Perfil del reemplazo del ministro Castilla

La partida del ministro de economía, Luis Miguel Castilla, es un secreto a voces, aunque se lancen ansiolíticos para los ingenuos diciendo que se quedará contra viento y marea. Es obvio, el titular de la cartera más poderosa del país hace buen tiempo que quiere marcharse, siente que ha hecho buena labor y que es mejor que lo recuerden así cuando sea ex ministro, que tomar riesgos en un momento en que la economía global se ensombrece más de lo que estaba y que los nubarrones lleguen por estas latitudes.

Ahora hay que pensar en la persona que le tomará la posta, hay que ser prácticos y no lloriquear nostálgicamente: Se ha empezado a vocear al señor Luis Oganes, hombre proveniente de la banca neoyorquina. Sus competencias y pergaminos señalan que estaríamos ante un conocedor, aunque no necesariamente ante un gestor, menos aún en las lides que combinan conocimiento con decisiones políticas, que hoy son más complicadas que las usuales, pues estamos en un gobierno débil, con presidente sin conocimientos, asustadizo, con un innegable manejo de facto de la primera dama y con una calle vocinglera. En un contexto como éste, un banquero de Manhattan y Wall Street, no es lo más apropiado. Se convertiría inevitablemente en un opositor dentro del régimen ante todos los requerimientos voluntaristas de la pareja gobernante Heredia-Humala, con lo cual su ciclo de vida política sería corto y turbulento.

El perfil deseado tiene que cumplir con un triple requisito que las multilaterales desean: escrupuloso celador de la caja fiscal, hacedor de cosas para que la economía no se enfríe y que tenga la suficiente muñeca para dejar hacer a la pareja presidencial algunas emprendimientos para que no se resientan. Armar este “puzle” no es fácil, pero las piezas no pueden ser importadas sino de producción nacional, podría ser un viceministro del predio del jirón Junín, que ya conoce el “software” del “humalismo” o un tecno político, con aceptación de los poderes fácticos y suficiente millaje en las polvorosas calles de Lima y provincias. Nombres hay, es cuestión de preguntar y proponer, generalmente el despacho vecino a palacio, es una tentadora oferta que no se atreven a rechazar. Que la sapiencia ilumine a los que tomarán la decisión.