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Martes 02 de julio 2013

Siempre importante pero más difícil

Por: Grover Pango
Siempre importante pero más difícil
Foto: Andina

Cuando este fin de semana seguramente en todos los colegios y escuelas del Perú se celebre el Día del Maestro, volveremos a escuchar poemas, canciones y peroratas que combinan elogios, gratitudes y expectativas referidas a la trascendente labor magisterial. Más allá del homenaje, me animo a insistir en algunas afirmaciones relativas a los retos actuales de la función docente. Creo en ellas y, admitiendo que no pretenden ser novedosas, corren el riesgo de ser controversiales.

HOY ES MÁS DIFÍCIL ENSEÑAR. De preferencia en muchas personas mayores se escucha comentarios como “Profesores, los de antes”. Es una generalización llena de gratitud de quienes recuerdan el comportamiento y las habilidades de los que fueron sus profesores en comparación con los de sus hijos, por ejemplo. Empero, sin restar mérito alguno a los buenos viejos maestros –porque hubo algunos muy malos también- no es tan sencillo hacer comparaciones de esa magnitud. Enseñar hoy día exige capacidades que antes no se necesitaban. Antes los conocimientos eran una suerte de capital en propiedad de los docentes; hoy están distribuidos de mil maneras. La tecnología lo ha revolucionado todo. Ahora “se aprende” muchas cosas con independencia de la escuela y aún contra ella. La posición del “magister dixit” ha terminado.

SE HA COMPLICADO LA GESTIÓN INSTITUCIONAL. Parece inexorable que, ojalá más temprano que tarde, cada escuela tenga la razonable y suficiente autonomía que la haga responsable de sus resultados; es decir, de la calidad de los alumnos que allí se forman. Esto no ocurre todavía. En este aspecto sí se ha producido un retroceso porque la autoridad –y la calidad- del director, antes indiscutida, se ha perdido.

NO ES CONVENIENTE UN MODELO ÚNICO DE ESCUELA. Felizmente no existe un modelo único de institución educativa. Aunque algunos se empeñen en pretender que sólo sea el Estado el encargado de gestionar la educación, nada sería más oscurantista y retardatario que buscar que “todos sean iguales”. Esa falsa igualdad cancela la iniciativa de quienes exploran nuevas propuestas. Esta convicción no enmascara un intento privatista porque la educación (aún la privada) es en sus resultados una responsabilidad del Estado, a lo que se debe agregar que es falso que toda escuela privada es necesariamente mejor que la pública. Precisamente de lo que se trata es de estimular el mejoramiento de la escuela pública.
ENSEÑAR ES ENTUSIASMAR. Quizás como siempre pero ahora con más razón, el buen profesor es quien persuade a sus alumnos que el conocimiento es posible para todos; es el que les enseña a recabar información de manera honesta y documentada; es quien los entusiasma para disfrutar de lo que aprenden; es quien les enseña a triunfar aún –y especialmente- frente a la adversidad; es también quién aprende junto con los chicos, porque hoy éstos pueden conocer cosas que el docente no sabe. Pero, en ningún caso debe confundirse con quien fomente la mediocridad obsequiando calificaciones.

Finalmente, EDUCAR ES UN COMPROMISO CON EL HOMBRE. Puede sonar a frase rebuscada, nada moderna, poco vigorosa frente al paradigma de la competitividad. Creo –me refiero a lo esencial- que no se educa para poner a los chicos en las puertas de alguna universidad; se los educa para que sean PERSONAS. Como tales ingresarán donde quieran y podrán ser excelentes profesionales; pero no siempre los profesionales capaces son buenas personas. Por eso, quizás ahora más que antes, ser profesor, ser maestro, es querer y creer en el ser humano.

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