Foto: Referencial
Durante décadas la plaza 2 de Mayo fue escenario de un sin fin de protestas, movilizaciones y paros. Fue el espacio que los gremios sindicales y las organizaciones populares eligieron para demostrar su malestar y exigir cambios que mejorasen sus pobres condiciones de vida. Fue siempre así hasta que dos años atrás, un 5 de junio, esa plaza vivió un ambiente distinto y novedoso. No eran multitudes las que esta vez protestaban, sino más bien era una plaza llena, de tope a tope, celebrando a un recién electo Presidente Humala. Era una plaza que celebraba las grandes transformaciones que se venían en el país.
El próximo 4 de Julio esa misma plaza será ocupada por los y las trabajadores quienes junto a una serie de organizaciones populares se reunirán ahí ya no para vitorear al Presidente Humala como 2 años atrás, sino para exigirle que los escuche. No se trata ya del apoyo a un presidente que gobierna pensando en los trabajadores, o el amable llamado de atención al amigo al que se le señalan sus errores, se trata de un acto de quien “aplica una política de oídos sordos y le da la espalda a los trabajadores” como declaró recientemente Mario Huamán, secretario general de la CGTP, a un diario.
La “Jornada de Lucha” del 4 de julio supone entonces el paso a la oposición de gremios como construcción civil, la CUT, el SUTEP, o los trabajadores estatales, y de movimientos sociales como los frentes regionales, el Movimiento de los Sin Techo, o los comités del vaso de leche.
Todas estas organizaciones, junto al recientemente formado FRENTE AMPLIO, que agrupa a los principales partidos de la izquierda nacional, figuran como firmantes de la convocatoria al acto de este jueves.
La plataforma de lucha del 4J es extensa, son 29 puntos los que integran este pliego, además de los que se añadan en cada una de las regiones que se movilizarán. Entre los principales están:
· La demanda de creación de empleos dignos con plenos derechos y salarios adecuados. Así como la derogación de leyes y proyectos de ley como el del Servicio Civil que atentan contra la libertad sindical y prohíben en la práctica la negociación colectiva.
· La puesta en marcha de políticas sociales en salud y educación de carácter universal, así como el aumento progresivo de los presupuestos de estos sectores hasta llegar al 6% en educación y al 3.5% del PBI en salud.
· Por el respeto de los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres, que incluyen entre otros la aprobación del protocolo de aborto terapéutico, así como el rechazo a la propuesta actual del nuevo código del niño, niña y adolescente.
· Por la defensa de las empresas públicas, así como por la puesta en marcha del proyecto energético del gasoducto del sur con la participación de la empresa de todos los peruanos, Petroperú.
· Por el derecho al agua, la prohibición de minería en zonas de cabecera de cuenca y el respeto a los mecanismos de consulta previa.
Se trata como dice el pliego de reclamos del “cambio del modelo económico neoliberal”, aquel que el hoy presidente rechazó durante toda su campaña y al que propuso reemplazar por uno que asegurase la inclusión de todos los peruanos. Tanto por el tipo de reclamo, como por las organizaciones involucradas en ellos podemos estar frente a un ciclo de protestas cualitativamente distinto a aquel que se ha desarrollado hasta ahora en el país. Un nuevo ciclo que logre articularse en una estructura nacional y trascender el estallido social. Es decir una protesta que avance desde el campo social hacia el campo de la política. Esto está por verse aún.
Este 4 de julio los gritos que se escuchen en la Plaza 2 de Mayo no serán ciertamente de celebración como aquellos de ese, hoy tan lejano 5 de junio, sino por el contrario de decepción y reclamo.