El 3 de julio el cardenal Juan Luis Cipriani cumple 25 de su consagración episcopal. Admirado por muchos, denostado por otros, es un personaje que defiende a cabalidad la doctrina prístina de la Iglesia.
Los que lo reprochan lo hacen por convicciones ideológicas, por maldad o por desconocimiento. No lo conocen y es menester conocerlo. No se le puede criticar a ciegas, porque es injusto, prejuicioso y hace que el juicio de valor se trastorne.
Tal vez tenga otra imagen en televisión. El Cardenal, en lo personal, es muy disciplinado, ordenado, cariñoso, agradable y como prototipo de su alto nivel deportivo –estuvo en la selección peruana de básquet- es muy competitivo en todo lo que se propone. Si bien tiene la última palabra en el gobierno del Arzobispado de Lima, es muy flexible, escucha a todos y solícito a cualquier inquietud. Es muy justo en sus decisiones y siempre da oportunidades.
Está siempre preocupado por la preparación de sus sacerdotes, de que sus homilías estén bien elaboradas para una correcta trasmisión a su feligresía. Se desvela para que sus parroquias estén muy activas, además de imponer la tolerancia “cero” en las inconductas de los religiosos. Es un pastor que ha dado un gran impulso al seminario de Santo Toribio y apoyo a los sacerdotes diocesanos.
Monseñor Cipriani, al preparar su homilía, se concentra profundamente y reza mucho. Sus palabras son auténticos mensajes de Dios, teología, consejos. Los que no lo conocen deben escuchar sus homilías en la Catedral.
Y si eleva su voz -porque a algunos no les gusta- es para defender la vida, la familia y el matrimonio. “El aborto es un asesinato” se le ha escuchado innumerable de veces. “El matrimonio es indisoluble, la familia es la célula esencial sin la cual no hay sociedad, los hijos son de un valor infinito y no se les puede dejar por las calles”, repite hasta el cansancio.
Se muestra en desacuerdo con la unión civil entre personas del mismo sexo, que “va en contra del derecho natural. La propuesta de la naturaleza y de Dios es la unión de un hombre y una mujer en matrimonio. Pero hoy se quiere promover algo parecido, aunque digan que no es lo mismo, de la unión de un hombre con un hombre, o una mujer con otra mujer. La sociedad económica ya existe, pero cuando le dan carácter de boda, están trabajando una agenda oculta en contra del derecho natural”, señala.
Por todo ello es objeto de fuertes críticas, como si fuera un lunar en la Iglesia, cuando toda la Iglesia defiende la vida, el matrimonio y la familia. Lo que sucede es que lo dice en voz alta, sin la mano en la boca, con la fuerza de la verdad, pero algunos de sus hermanos en el Episcopado –pensando igual- a veces lo dejan solo. Eso debe causarle una sentida desazón.
Nuestro cardenal es una persona muy sensible. Lo vimos llorar luego que Fujimori traiciona a la comisión de negociación con el MRTA, que estaba integrada por él -garante por la Santa Sede-, el embajador canadiense y un representante de la Cruz Roja Internacional. Él quería la paz y una solución pacífica. Su pensamiento y testimonio están plasmados en su libro “Doy fe”: “Tenía un gran deber de gratitud con los rehenes y con tanta gente buena. Ha quedado en mi alma el deber, que lo cumplo, de rezar por las personas que fallecieron, por todos. Eso es lo que nos enseña nuestra fe católica. Ojalá que todos pudiéramos levantar más el corazón a Dios cuando vemos que en la tierra todo es oscuridad”, expresa Cipriani.
De otro lado, su opción preferencial por los pobres es evidente en el gran trabajo que realizó como Arzobispo de Ayacucho, reabriendo el Seminario Mayor de Huamanga –cerrado 38 años-, defendiendo a la gente del terrorismo, apoyando fuertemente la labor de la Madre “Covadonga”, dándole fuerza espiritual a los ayacuchanos. Construyó casas hogares para huérfanos del terrorismo y se preocupó de su nutrición. Impulsó la formación laboral de la juventud ayacuchana en la restauración, artesanía y servicios turísticos gracias a un Convenio de Cooperación Técnica con el Banco Interamericano de Desarrollo. Incluso la construcción de la carretera Los Libertadores (Pisco-Ayacucho) –que había sido paralizada- fue terminada por gestión de él.
Recuerdo que un amigo me dijo “me gustaría ver al cardenal Cipriani con los zapatos sucios cuando vaya a los pueblos jóvenes”. Tuve el placer de enviarle las fotos. Su comentario era por desconocimiento. Hay innumerables obras que contar, pero finalizaré mencionando su gran apoyo a los pobladores de Manchay y la construcción de casas prefabricadas para los más necesitados en El Agustino.
Siempre tengo en la memoria sus palabras, cada vez que me veía: “No pierdas la alegría. Sé feliz”. Sin duda, un gran pastor. Que Dios le siga dando fuerzas. ¡Feliz aniversario!
(*) Periodista. Miembro de la Prensa Extranjera. Ex Director de Comunicaciones del Arzobispado de Lima.
Publicado en el diario Expreso, el 4 de julio de 2013