Julio 2 de 2013, Lima
Señor César Hildebrandt
Distinguido César:
Alguna parte de “Matices” del último viernes de junio, en tu semanario, me anima a intentar esta comunicación, decirte algunas cosas al respecto y repetir otras que frustradas se disiparon en el ciberespacio que nos invade. Cuestiones cronológicas –somos casi contemporáneos- me permiten ser irreverente en esta nota; irreverente en lo adjetivo, o en las formas, pero con la reverencia no adulona que se debe siempre a quienes, como tú, hacen su trabajo sesudamente, minuciosamente y con dignidad; aunque en oportunidades –seres humanos al fin y por suerte- excesivamente vehemente, torpemente cáustico y otras, injusto.
Antes de esta comunicación te envié algunos correos electrónicos –mails que les dicen- pero, o me dieron mal el dato, tus filtros no los dejaron pasar o simplemente no te dio la gana contestar “con todo derecho” como dicen en mi tierra.
Cumplo con informarte que soy de esos que tiene la colección casi completa de tu época en “Liberación”; todos, creo, tus artículos en “la PRIMERA” y tus compilaciones hechas libros, mas lamento no tener todo lo que has producido pues me tortura mi “hormigueante” vocación deñ coleccionista sencillo. Sigo tu trabajo hasta donde me es posible y ello incluye reconocimientos y discrepancias, aquí te va algún recuento:
*Sigo creyendo que no son cantidad en Lima los que siguieron la prosa de altura de Francisco Umbral. Cayó en mis manos Las Ninfas y otras cosas de él; imaginarás cómo gozamos los amigos con su lectura hasta que por ti supimos de su partida y fue tamaño homenaje tu referencia a la diaria satisfacción de leerlo cada mañana en Madrid. Acá, es de caballeros decirlo, renegaba entonces los lunes, no sólo porque vienen después de cada domingo, sino porque para ese día te dabas de vacaciones y no escribías.
*En una ocasión, tiempo atrás, te agarró “la ventolera” y escribiste –lo que te vino a la cabeza en ese momento- contra Albert Einstein por haber sido la fuente que hizo posible la bomba atómica. Tiempo después te inspiró casi una égloga merecidamente. Vaivenes permitidos sólo a los que empezaron ganando “El cuento de las 1000 palabras” y con justísima razón.
* En oportunidad que permanece fresca en mi memoria sentí que por suerte ya éramos bastantes – especialmente al sumarte tú en un artículo sobre los “Oscar”- los que creíamos que “2001, odisea del espacio” del inolvidable Kubrick, mereció muchos premios, todos los premios, pero por ser precisamente tan contundente, el juego de La Academia no permitió que su casillero de la ruleta se detuviera en la flecha. Cuando recién se estrenaba en Lima, y porque sabíamos que era deseo de él, pues conocía a Arthur C. Clarke autor de la novela y a su familia, urdimos una función casi clandestina y fuimos con Víctor Raúl Haya de la Torre a verla. ¡Qué manera de sentir la vida cuando además nos hizo la historia y el comentario del “Así hablaba Zaratustra” de Richard Strauss con que comienza la película!
* ¿Y tu escrito sobre el desaparecido tranvía limeño? ¡Una belleza!
* Te reclamaba, en uno de aquellos correos electrónicos que menciono, para qué escribías cosas tan elaboradas contra connotados fujimoristas si ellos no te iban a entender y si no recurrían al Diccionario hasta podrían pensar que los halagabas.
* Aunque generalizante, valiente tu artículo opinando sobre los abogados. ¡Cuántas iras te habrás ganado!
* Te excediste, pienso, al decir que sin Ricardo Miralles, Serrat no era el mismo. El tiempo lo corrobora.
* De antología tus “Frases hirientes”, como: “Con Pinochet, Chile cambió de golpe”, o “A Humala le han vuelto a mentar la Madre Mía”, o “Castañeda Lossio es un experto en recojo de basura”.
** Sin embargo hay cosas muy serias que pongo sobre el tapete. La primera –que es personal y de años atrás- : fuiste injustamente duro con el titular que colocaste en la revista que dirigías allá por los 87, 88, contra Ilda Urízar, mi compañera de 26 años de la vida, cuando ella ejercía función pública como Ministra de Salud. Nadie jamás puso en duda su seria dedicación, su sinceridad social ni su honestidad, pero alguien te “chismeo” que no quería dialogar con los huelguistas de entonces. ¡Mentira!, estuve presente en las tratativas con la colaboración desinteresada de Javier Diez Canseco. No pudiste con tus manías o con tus traumas, derrumbaste su ánimo porque lo pudo esperar de otros del oficio pero no de tu pluma. Te lo dejo a reflexión. Por suerte “el tiempo ayuda”, a decir de los sabios mayores, y va diluyendo rencores, iras irracionales y tentaciones de venganza –en ese orden- y, de repente, algún siglo de estos devienen perdón.
La segunda –que de alguna forma también es personal- va con artículo tuyo de un jueves 25 de Febrero de hace algunos años en el que, construyendo un extraño silogismo, infieres que Haya de la Torre odiaba a los elefantes. ¡Que imaginación! Creo que enfilabas tus baterías hacia expresiones como “lentitudes paquidérmicas” de Alan García y, en la marea de recuerdos, fobias e ideas que supongo crece en esos instantes en la mente de los buenos y cultos periodistas, aparecieron “El Comercio”, Neruda, Haya, y construiste un bello escrito pero una equivocada propuesta. ¡Acercar así forzadamente a Haya con Leopoldo de Bélgica!; ¡Fue un muy apresurado pensar, pensar que así pensaba Haya! Te lo digo desde el fondo César. En mis sueños de infancia también revolotearon animales queridos y hermosos elefantes y, créeme, que cuando esos sueños fueron arribando a puerto, joven entonces que detestaba –como ahora- las peleas de gallos, los asesinatos dizque “corridas de toros”, los salvajes exterminios de especies, encontré una sensibilidad y un apego real por los animales que me marcó y comprometió, no solamente los últimos once años de su otoñal existencia sino hasta hoy y en lo que queda: fue Haya.
La tercera es de estas fechas y tiene que ver directamente con “Matices” en lo que me concierne: A la muerte de Gandolfini, el actor que encarnó al Tony Soprano de la serie, haces una despiadada pero cierta descripción del personaje y lo que representa en sus más tenebrosas acciones y repercusiones y anotas “Díganme ustedes si la descripción que acabo de hacer no es perfecta para integrarse al Comité Ejecutivo Nacional del Apra.”. Soy, todavía, miembro de ese Comité Ejecutivo Nacional y digo todavía por que espero que, en plazo no más dilatado, se elija en un Congreso Nacional partidario a nuestros reemplazantes. A mi iniciativa se acordó en el seno de este CEN poner nuestros cargos a disposición inmediatamente después de los resultados de la última elección nacional y convocar a Plenario Nacional para fijar fecha y detalles del Congreso Nacional, pero por decisión –y los actuales Estatutos Partidarios se lo permitían ¿?- de la Dirección Nacional de Política, a solicitud de la Presidencia del Partido que lo consideró inoportuno, se suspendió todo hasta la fecha. En fin, son temas que definiremos al interior del Partido pero a lo que iba… soy miembro de ese CEN al que aludes con inmerecida dureza y ten la absoluta seguridad que –hasta donde sé- los discretos, y exageradamente disciplinados, compañeros que en mayoría lo integran son militantes entregados, sinceros y honestos que no merecen –como yo tampoco- una generalización como la que ensayas. Es verdad que el actuar deshonesto, reprochable y en algunos casos -todo lo indica- delincuencial de algunos personajes que ejercieron cargos públicos han dañado seriamente la imagen partidaria, el transitar histórico de una buena parte de peruanos que sólo buscaba que cada compatriota pudiera tener “un libro en la diestra y un pan en la siniestra” mirando todos, esperanzados, un futuro abrigando a una América morena unida; pero esos, los que han hecho el daño, son los menos, ten la certeza.
Decías tú en un escrito prologal que a tus 23 años no sabías siquiera si el periodismo iba a ser para tí un destino o una maldición y que, al final, y de algún modo, ha sido ambas cosas. Permíteme decirte que a mis doce años, cuando en Chimbote ingrese a mi Partido, no sabía siquiera si lo hacía porque tenía hambre físico o porque sentía hambre y necesidad que la sociedad injusta en que vivía cambiara. A la luz de los años creo que, de algún modo, ambos sentires y entenderes hicieron de mí un militante para toda la vida, que no me iré nunca y que calladamente o a viva voz peleo y pelearé por erradicar lo malo y negativo que a veces recala en el Partido, pero que me siento de mejor ánimo y renuevo mis esperanzas cuando veo y trato con miles de compañeros en toda la patria que se mantienen enhiestos y limpios; por ellos , y no sólo por mí, es que te pido César que NO generalices y que recibas con la misma buena fe con que va esta nota algo que repetimos con orgullo quienes alguna vez, hace tiempo, tuvimos también que ejercer funciones de responsabilidad: HAY APRISTAS, Y EN MAYORÍA, QUE TENEMOS MUCHO DE QUE ARREPENTIRNOS, PERO NADA DE QUE AVERGONZARNOS.
Esperanzado saludo de:
FERNANDO ARIAS VERA. Secretario Nacional de Cultura del Partido Aprista Peruano.