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REDES SOCIALES
Jueves 11 de julio 2013

Por la patria y la ley

Por: Grover Pango Vildoso
Por la patria y la ley
Foto: Difusión

Estamos en julio; hay banderas y escarapelas por doquier: es el mes de la patria. Hay sentido cuando se dice que a la patria se la ama como a una madre: se la ama como es, sin condiciones. Pero como la patria es una entidad bastante más compleja, dispersa y múltiple que una madre, vale la pena detenerse en algunos aspectos de esa imagen que amamos, que podría y debería ser mejor.

Es mi deber insistir en que la educación es bastante más que lo que la escuela y los maestros podemos hacer. El hogar es insustituible y la sociedad también hace lo suyo, casi sin darse cuenta. En esa sociedad, cumpliendo otro rol importantísimo y complementario a la educación, está la Policía Nacional. Ella es en la sociedad el referente de orden y seguridad que todo organismo social requiere, aquí y en cualquier parte.

El momento que le toca vivir a la policía en nuestro país es de suma importancia, en tanto que el problema que más atormenta a nuestros ciudadanos es la inseguridad. Y se interpreta de inmediato que la policía existe para evitarla. Debiéramos aquí señalar, en cumplimiento estricto de la verdad, que el problema que confrontamos es compartido por demasiados países y sociedades, muchos de ellos con enorme prestigio por su desarrollo. Entonces conviene aplicar aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos”.

Seguramente el grave problema de la inseguridad ciudadana viene acompañado de otros que la provocan o la estimulan. Llegar al fondo de esos orígenes y librar con éxito los combates necesarios debe ser una tarea sumamente compleja. Sin embargo y entretanto deben lograrse algunos avances en asuntos que aparentan ser menos complejos.

En primer lugar me pregunto si algún día, ojalá próximo, podremos ver a nuestra policía cuidándonos y atendiéndonos, en vez de cuidar construcciones privadas o restaurantes y otros. Se ofreció resolverlo y NO SE HA HECHO. Es penoso ver a un policía vivamente interesado en atender las necesidades de una empresa privada y totalmente ajeno de lo que ocurre en el quehacer público. No sé si en todo el Perú, pero en Lima pasa que cuando en alguna parte hay un choque o un robo, el policía que está a algunos metros del suceso no interviene y argumenta que “está de franco”, aunque lleve uniforme y arma de reglamento.

Es igualmente desalentador que en algunos lugares, en medio de la desatada ley de la jungla del tránsito limeño, de pronto desaparezcan los policías tal vez porque acabó su turno. Y sálvese quien pueda. O que en alguna esquina los vehículos, SIN DIFERENCIA MAYOR ENTRE PÚBLICOS Y PARTICULARES, burlen y desobedezcan sin ningún empacho las visibles señales de tránsito allí presentes, mientras unos metros más allá los y las policías atienden sus celulares con la mayor indiferencia. ¿Esto enseñamos a nuestros hijos?

No se me borran las imágenes de La Parada con los policías rodando por el suelo junto a sus caballos, ni las pedradas con odio asesino de algunos humanoides. Tampoco me satisface cuando algunos manifestantes la emprenden a insultos, palos o fierros contra los policías que protegen la ciudad de los desmanes. Y es por eso, porque creo que MERECEN SER UNA INSTITUCIÓN QUE TODOS DEBEMOS RECONOCER Y RESPETAR, es que urge que el Ministerio del Interior, que debe decidir sobre estas cosas, lo haga pronto por el bien de nuestra policía que lleva por lema, nada menos que, “Dios, Patria, Ley”. Ellos son una porción de esa patria que amamos y de la que debiéramos sentirnos orgullosos especialmente en julio.  Que así sea.

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