Los hijos de Víctor Raúl

Una mañana de 1978, el mozo entró a la Sala del Presidente de la Asamblea Constituyente del Perú, impecablemente vestido. Llevaba un humeante café con leche y dos panes, uno con jamón y el otro con queso. Eran para Víctor Raúl Haya de la Torre, quien se encontraba mirando la calle por una de las ventanas de la majestuosa e imponente oficina presidencial. Saludó al mozo y le pidió que se acerque señalándole a un niño lustrador de zapatos de aproximadamente nueve años, que sentado en la Plaza Bolívar hacía su trabajo.

-          Ve a ese niño – le pregunto Víctor Raúl.
-          Si Señor Presidente.
-          Entonces llévele este desayuno que ha traído.  
 
Mientras el mozo se dirigía a cumplir la orden elegantemente vestido, vino a la memoria de Víctor Raúl un recuerdo de unos años atrás en que los líderes históricos del aprismo llegaron al local central del APRA para celebrar el cumpleaños de Luís Heysen Incháustegui. Era un sábado de chocolatada que el propio Haya de la Torre había institucionalizado para que lo organice la juventud del partido. Tenía el propósito de evitar la tentación frívola de todo fin de semana y muy propia de algunos jóvenes. Allí podía ingresar libremente cualquier persona que pasaba por la calle.
 
La chocolatada de aquel cumpleaños solo alcanzaría para 30 personas, que era la cantidad aproximada de asistentes en estas reuniones sabatinas que se animaban con guitarra y canciones. La compañera encargada de la economía de la juventud era la piurana “Goya” Zapata y nadie le informó de la cantidad adicional de personas que celebrarían con ellos el onomástico de Luis Heysen. Se enteró cuando Haya hizo su ingreso con unas 20 personas más de lo calculado. “Goya” se lo comentó muy discretamente a Jorge Idiáquez, secretario personal de Víctor Raúl Haya de la Torre. Entonces Jorge dispuso la compra inmediata de chicha morada de sobre para cubrir la demanda.
 
Luego de los cantos clásicos y el saludo del Jefe a Luís Heysen, Víctor Raúl notó que a los “dinosaurios” del aprismo allí presentes le entregaban humeantes tazas de chocolate, mientras que los jóvenes se servían la chicha morada adicional. Muy discretamente alzó su índice derecho y llamó a “Goya” para decirle una sola frase al oído: “El chocolate es para los niños y jóvenes”, a lo que la compañera “Goya” asintió, pensando que la recomendación sería para una próxima reunión.
 
Al notar el Jefe que no había entendido la orden, nuevamente la llamó, y le dijo: “He dicho que el chocolate es para los niños y los jóvenes” y le entregó su taza de chocolate que le habían servido. Goya completamente avergonzada se dirigió a los principales líderes con una fuente servida de vasos de chicha morada de sobre y cambiarlas por las tazas de chocolate ya servidas a Armando Villanueva, Andrés Townsend Ezcurra, Luis Heysen, Luís Alberto Sánchez, Ramiro Prialé, entre otros distinguidos líderes. Las tazas de chocolate fueron servidas a los niños  y jóvenes presentes en aquella reunión.
 
Desde aquella ventana recordaba esa anécdota y sonreía, mientras seguía el cumplimiento de la orden para que se atienda al niño lustrabotas de la Plaza Bolívar. Vio la felicidad en el rostro del niño cuando el mozo le entregaba el envío, con todo el rigor que el protocolo exigía. Víctor Raúl Haya de la Torre una vez más sintió la satisfacción de haber construido la esperanza en miles de jóvenes, a quienes siempre llamaba: “Ellos son mis hijos”.
 
LOS HIJOS DE VICTOR RAUL
Victor Raul Huaman, aula_magna@yahoo.com
Libro: “Aquí yace La Luz”. Ediciones Populares ARIEL S.A.
 
NOTA: Esta anécdota me la relató la c. Gregoria “Goya” Zapata Gallegos. Actualmente es Catedrática en la Universidad Nacional de Piura y en la Privada.