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Miércoles 17 de julio 2013

Snowden y Bárcenas

por: Miguel E. Weil Di Miele
Snowden y Bárcenas
Foto: newstop24.com

La oportunidad está servida para que la institucionalidad rectifique lo indigno y lo falso.

Son tiempos de superficialidad (o eso dicen algunos). Los contenidos y las ideas importan poco, o mucho menos que la apariencia; el discurso es vacío y todo son fantasiosas epopeyas de realidades negadas. Sobrarán al lector ejemplos recientes en nuestra historia occidental: comandantes de luchas que no ocurrieron, revoluciones que no cambiaron nada, promesas y pamplinas más de estatus de Facebook que fundamentada ontología, en las que un hacker alborota los titulares de medio mundo por decirnos algo que todos, como mínimo, sospechábamos. Y, por supuesto, ese que ama el chou y el espectáculo, a Winston y a Roque, es normal que buscase en aquel pajarito del imperio su tajada de fama. Pero niet. Ni eso lo hace bien.

Mientras tanto en tierras hispanas, la indignación crece tanto como la burbuja económica generadora de esplendor que sirvió de fachada para que políticos y banqueros hicieran un agosto pero de los gordos. Entre varios de los peces, es pescado por ahora uno: Bárcenas. Quien fuera tesorero del Partido Popular hoy gobernante, confesó delitos económicos varios, con una desfachatez berlusconiana, es decir, con una cara de tabla pero de esas que daba Galarraga. Tablazo. Según admitió él mismo, pagaba a los dirigentes del partido en sobres, escondidito, un dinerito por aquí y otro dinerito por allá, para que Rajoy o los otros, con real y medio, compraran una lora, y la lora, tuviera un lorito, y vender la lora y quedarse el lorito, y siempre queda el real y medio.

El juez de ese caso ha ordenado detener al hombre preventivamente. No vaya a escaparse con Snowden en el avión de Evo. Lo interesante es que el escándalo de corrupción podría significar el colapso general del gobierno. A los españoles, incrédulos de su propio sistema se les escucha: "no va a ir ninguno preso ni pasará mayor cosa". Aunque ya está pasando, ellos no lo creen, y su aprensión no es sino la exigencia de más justicia y más estado de derecho, de aplicación de unas leyes que están allí para ser respetadas como se le exige a la totalidad de la ciudadanía que las respete, porque lo contrario implica un atentado contra todo lo digno que inviste al derecho. Porque en un Estado en el que algunos están por encima de la ley y otros son sometidos a ella, hay unos menos dignos que otros, y será cierta la teoría de un Occidente sumergido en la estupidez y la superficialidad, en la que importa poco o nada la Bastilla y todas esas cosas. La oportunidad está servida, tanto en ese país como en muchos otros, para que la institucionalidad rectifique lo indigno y lo falso, eso que aparenta ser una cosa que no es. De lo contrario nos quedará seguir pendientes del aeropuerto de Moscú, de las consecuencias irreales de un tuit de Bocaranda, todos impresionados porque en algún lugar del planeta, los políticos responden. Ah, y del Facebook, porque, total, nosotros tenemos patria.

Nota publicada en eluniversal.com

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