La crisis parlamentaria denominada “la repartija”, que hemos sufrido la semana que termina, nos lleva al interrogante de cómo cambiar el primer poder del Estado, para que funcione mejor. Hay constitucionalistas, como Natale Amprimo, que defienden el artículo 90 de la constitución, que fija la unicameralidad. Además, el único intento de volver a la bicameralidad, que fue el 14 de abril de 2005, por iniciativa de Perú Posible y el Apra, no logró los 81 votos necesarios en ese momento para restaurar el régimen bicameral.
Sin embargo, pienso que un Senado de pocos senadores, uno por región y varios por Lima, treinta en total, podría ser un ensayo positivo, para darle madurez al parlamento y contrapesar la mediocridad de la cámara baja, a la que le reduciría el número de congresistas. El Senado podría nombrar a los magistrados del Tribunal Constitucional.
El mejoramiento del Congreso reclama la supresión del voto preferencial, inserto en el art°. 21 de la ley N° 26859, ley orgánica de elecciones. El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) y la Oficina Nacional de Procesos electorales (ONPE) han coincidido en pronunciarse a favor de eliminar el voto preferencial. Pero varias veces los congresistas se han negado a hacerlo, puesto que ellos han llegado por ese camino y les gusta. El voto preferencial es una corruptela de la democracia peruana. Una medida perversa, más allá de la buena voluntad del general Francisco Morales Bermúdez, que la creó: no debemos olvidar que fue una idea de la dictadura socialista de los setenta.
Nota publicada en larazon.pe