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Martes 06 de agosto 2013

La trágica herencia de Hugo Chávez

Por: Roberto Giusti
La trágica herencia de Hugo Chávez
Foto: globalpost.com

Ganar las municipales no implica un cambio radical en la deriva del gobierno.

El último daño que Hugo Chávez le hizo a la democracia fue el de haberse lanzado como candidato a su cuarta reelección, seguramente consciente de que estaba engañando al país sobre su incapacidad, no se diga para terminar, sino para iniciar su mandato, tal y como lo demostró la realidad a dos meses (el 8 de diciembre) de su victoria del 7 de octubre. Luego otra fecha (el 14 de abril), pondría de bulto la trágica herencia que le dejaba al país el caudillo muerto el 5 de marzo, cuando el electorado que le dio el triunfo, apenas cinco meses antes, en una proporción desconcertante, decidió que no quería de presidente a su delfín.

Dos conclusiones iniciales: primera, el venezolano vota por personas, por jefes, por mandamases y no por proyectos. Segunda, se hizo un esfuerzo extraordinario por apurar las últimas gotas del populismo servido por la gigantesca teta, ya para entonces desinflándose, de la renta petrolera. Se buscaba así transmitir la sensación de abundancia y de reparto a granel que caracterizó parte del trecho sexenal liderado por Chávez, cuando ya esa presunta abundancia no era sino otro engaño. La consecuencia de esa doble mentira es la existencia de un gobierno colapsado apenas en sus comienzos, carente de piso político, cercado por la crisis económica, atado al rígido diktatdel líder ido e incapaz de una rectificación radical, en todos los planos, de su gestión, que sería la única forma razonable de sobrevivencia.

La gran paradoja es que la mayoría quiere un cambio, rechazado hace sólo nueve meses y esas veleidades del elector venezolano se explican porque solo se quería la continuidad si ésta era dirigida por Chávez. Una posición equivocada porque si el caudillo hubiera sobrevivido, las cuentas de la nación, igualito, estarían en rojo.

Al frente tenemos una oposición con un líder consolidado pero a la búsqueda de un camino democrático, por ahora cerrado porque la salida electoral, que se perseguía el 14 de abril, no se logró. Es evidente, entonces, que un triunfo en las municipales, por rotundo que pueda ser, no implica, necesariamente, un cambio fundamental en la deriva del gobierno. Y eso es así porque uno de los grandes obstáculos es el tiempo y las crisis no esperan a la hora de los desenlaces. De allí el asomo, por parte de Capriles, de propuestas como la constituyente, quizás tan complicadas o incluso más que un referéndum revocatorio, cuyo gran problema es, de nuevo, el tiempo.

Ese es el cuadro que deja como legado aquel ladino llanero quien, desde donde esté, debe estar siendo asaltado por la divina contradicción de haber perdido el poder y de dar gracias a Dios por no haberlos conservado.

Nota publicada en eluniversal.com

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