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Viernes 23 de agosto 2013

Jiménez Mayor se lava la cara

Por: Víctor Robles Sosa
Jiménez Mayor se lava la cara
Foto: VRS

Juan Jiménez Mayor ha decidido tenderle a la oposición una rama de olivo, en señal de paz. La iniciativa de diálogo ha nacido de su Gabinete, es suya. Según dice, para acabar con la crispación política que existe en el país y para establecer un mejor trato entre los actores políticos.

Es verdad que el deterioro político daña al clima de inversión y la gobernabilidad, lo venimos advertido desde hace tiempo de manera reiterada, pero también es verdad que el principal responsable de este deterioro es el Gabinete Jiménez, porque se negó a buscar acuerdos con la oposición y porque, además, alentó la persecución política-judicial contra sus opositores.

Jiménez dice que la política se ha enrarecido por que sus protagonistas se han enfrascado en intercambiar agravios, insultos y diatribas, atribuyéndole tal comportamiento por igual a todos los actores políticos, cuando en realidad la oposición ha sido benévola con el régimen. En muchos años no ha existido una oposición tan tolerante y tan comprometida con la gobernabilidad, con la consolidación de la democracia y con el crecimiento económico que nos está liberando de la pobreza. Muy distinta a la actitud agresiva y revanchista  que ha tenido el gobierno hacia la oposición, desde el Ejecutivo y el Congreso.

El oficialismo ha hecho un circo político en el Congreso con la “mega-comisión investigadora” del anterior gobierno, negándole a los investigados el derecho a la presunción de inocencia. Lo mismo hace el procurador Julio Arbizu, promoviendo desde el Ejecutivo acusaciones mediáticas feroces contra apristas, fujimoristas y castañedistas.

Si el gobierno fuese sincero en su supuesto deseo de llegar a acuerdos con la oposición, y de replantear su relación con ella, hace rato habría silenciado y llamado al orden a Arbizu, al congresista Sergio Tejada y a los ministros y furibundos anti-fujimoristas Figallo y Rivas. Estos gestos sí serían señales creíbles de entendimiento y de paz.

Pero no hay en Jiménez un afán sincero de dialogar. Hay más bien un intento de minimizar su responsabilidad en el deterioro de la atmósfera política, y de lavarse la cara para prolongar la vida de su Gabinete. Además, el propio presidente Ollanta Humala tampoco ha mostrado interés en el tema. Al contrario, ha tomado distancia diciendo “vayan a dialogar con Jiménez, no conmigo”.

Hay una razón de peso para que la oposición ponga condiciones: Durante casi dos años Jiménez se negó a negociar, más bien se dedicó a atacar y perseguir a sus críticos con una gran soberbia, ¿Por qué legitimarlo ahora que su continuidad es insostenible a la luz de los resultados de su gestión?

Si a la oposición le preocupa aparecer como no-dialogante, bien podría exponer sus aportes para consolidar el crecimiento económico y entregárselos a Humala, explicándoles a los ciudadanos que dialogar con Jiménez solo prolongaría la vida de un Gabinete nefasto que paralizó las inversiones, desaceleró el crecimiento económico, dañó la confianza de los inversionistas, enrareció el clima social con su pésimo manejo de los conflictos, y dañó la gobernabilidad al llevar al presidente a un desgaste extremo. ¿Para qué prolongar esta realidad negativa?

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