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REDES SOCIALES
Martes 27 de agosto 2013

Dialogar no es pactar

Por: César Sánchez Olivencia
Dialogar no es pactar
Foto: e-ducativa.catedu.es

El Pacto de la Moncloa, fue un acuerdo firmado en octubre de 1977 entre los representantes de los principales partidos políticos, sindicatos y demás sectores sociales  de España. Se comprometieron a seguir un programa político y económico para manejar la crisis. Las principales amenazas eran la crisis económica y el regreso de la dictadura militar.

El acuerdo no fue letra muerta, Fue una respuesta a una necesidad urgente de fortalecer la democracia y mantener el poder polítivo. España estaba entre la espada y la pared.  El gobierno de Adolfo Suárez había ganado las elecciones cuatro meses antes con el 35% de los votos. La fragmentación del electorado era el espejo del conflicto entre los sectores políticos. La gente había tomado las calles. “El pacto fue hijo de la necesidad”.

El gobierno reconoció que la situación económica no podía "seguir así". Las razones de su diagnóstico se hacían sentir en la vida cotidiana: 40% de inflación, desempleo en aumento y paralización de la actividad, sumado a una balanza comercial cada vez más desfavorable para España. Las exportaciones sólo cubrían el 45% de las importaciones.

Las económicas contemplaron un programa de saneamiento y reforma de la economía. Medidas urgentes contra la inflación y el desequilibrio exterior y las reformas a mediano plazo para repartir los costos de la crisis, evaluación de la peseta y  reforma del sistema impositivo,  despido libre para el 5% del personal de las empresas, y también el límite de incremento salarial en un 22% para los años siguientes, derecho de asociación sindical.  


Las medidas políticas consistían en programa de actuación jurídica y política. Entre otras cosas, se acordó modificar las restricciones de la libertad de prensa y la legislación sobre secretos oficiales para permitir a la oposición parlamentaria el acceso a la información; se aprobaron los derechos de reunión, de asociación política y la libertad de expresión, tipificando los delitos  por la violación de estos derechos; y se creó el delito de tortura.

Se reconoció la asistencia letrada a los detenidos y se despenalizó el adulterio y el amancebamiento. Con los pactos de La Moncloa se abría una nueva línea de acción sindical, basada en el acuerdo, pero también en el secretismo de las negociaciones, que hurtaba a las masas el protagonismo condenaba a la marginación a quienes no se sumaban a estos acuerdos.

La Constitución Española, que se sancionaría al año siguiente, terminó por plasmar en el papel los derechos y garantías que la ciudadanía había ganado con tanto esfuerzo. Pero no hay que olvidarse de que el pacto de La Moncloa fue la semilla de la carta magna. Las reformas  económicas fueron tan importantes como las políticas.

Dialogar no es pactar. El pacto de La Moncloa no se parece al diálogo con los partidos. Aquí la agenda es crecimiento económico, seguridad ciudadana e inclusión social. No existe crisis económica ni peligro de golpear a la democracia. Se escucha pero no se acuerda. Según el periodista Álvarez Rodric, el curso del diálogo es incierto. Se pregunta: ¿Pero y después de eso qué sigue?

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