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Martes 03 de septiembre 2013

¿Por qué cae la aprobación presidencial?

Por: Steven Levitsky (*)
¿Por qué cae la aprobación presidencial?
Foto: diario16.pe


Steven Levitsky, autor de estas líneas


Ollanta Humala ha sufrido una prolongada caída en las encuestas. Y cada vez que se publica una nueva encuesta, varios columnistas salen a explicarnos–casi siempre sin evidencia– por qué ha caído. Fue la elección de Maduro. REPSOL. La candidatura de Nadine. La repartija.
 
Sin duda, los errores de un gobierno políticamente inexperto han afectado la aprobación presidencial. Pero Humala no está solo en su impopularidad. Alan García, un presidente mucho más experimentado, tenía una aprobación de 22% –peor que Humala– al cumplir 25 meses de su presidencia. Alejandro Toledo estaba en 14%. De hecho, desde 1997, ningún presidente peruano ha mantenido una aprobación superior a 50%.
 
¿Por qué los presidentes peruanos siempre andan mal en las encuestas? El problema va más allá de Repsol. Hay causas más profundas.
 
Una es la debilidad del Estado. Perú tiene uno de los Estados más débiles de América Latina. Las instituciones estatales funcionan mal, y en partes del interior, apenas existen. Las funciones básicas del Estado, como la seguridad y la justicia, no son ni mínimamente garantizadas. Y los servicios públicos claves (educación, salud, agua, infraestructura) o no llegan a la gente o son plagadas por la ineficiencia o la corrupción.
 
Un Estado disfuncional genera desgaste para cualquier gobierno que lo ocupa. Donde el Estado es débil, es difícil gobernar bien. Si la maquinaria del Estado no funciona –si carece de recursos y capacidad; si los burócratas no cumplen con sus obligaciones; si no hay control de la corrupción– aun las mejores políticas públicas terminan siendo inefectivas. Eso genera descontento.
 
Los problemas de corrupción e ineficiencia no son nuevos. Son deficiencias del Estado que existen desde hace décadas. Pero cuando la gente sufre las consecuencias de un Estado disfuncional (asaltos, mala atención médica, maltrato de burócratas), no culpan al Estado, sino al gobierno de turno.
 
Según las encuestas, dos de las principales deficiencias de este gobierno son la delincuencia y la corrupción. Son productos de décadas de debilidad estatal, pero el que paga el costo político es el gobierno.
 
Una causa de la caída de Humala, entonces, es la baja calidad del Estado que heredó. Sin un Estado mínimamente capaz, aun los gobiernos bien intencionados terminan gobernando mal y se desgastan.
 
Otro factor que podría estar afectando la aprobación presidencial es la ultraortodoxia económica. Según el Índice de Libertad Económica de la ONG derechista Fundación Heritage, que califica a los países entre 0 (más estatista) y 100 (más libre mercado), el Perú recibe una calificación de 68,2, el número 4 entre los 30 países de América Latina y el Caribe. Solo Chile, Colombia, y Uruguay tienen economías más libres, y si no fuera por la corrupción (un componente del índice), el Perú estaría por encima de Uruguay.
 
Quiero enfocarme en una dimensión del índice que tiene relevancia política: el gasto público. En esa dimensión, Perú tiene una calificación de 89,1, la más alta de América del Sur. No solo supera a las economías más liberales de América Latina, como Chile y Colombia, sino también a Alemania, Nueva Zelanda, Suiza,e, increíblemente, Hong Kong, que, según Heritage, tiene la economía más libre del mundo.
 
¿Por qué una ONG derechista otorga una nota tan alta al Perú en gasto público? Porque el Perú se ha convertido en una de las democracias más tacañas del mundo.
 
El nivel de gasto social en Perú es bajísimo. En México, el gasto social representa el 13% del PBI; en Colombia, es 14%; en Chile, es 15%; en Uruguay, es 22%; en Brasil, es 26%. El promedio latinoamericano es 14%. En el Perú, el gasto social representa solo el 8% del PBI.
 
En 2009, México gastó US$ 889 per cápita en programas sociales; Chile gastó US$ 945 per cápita; Brasil gastó US$ 1165; Colombia, que invierte poco en lo social, gastó US$ 407 per cápita. El promedio latinoamericano fue US$ 697. El Perú gastó US$ 229.
 
El gasto público en salud y educación en el Perú está muy por debajo del promedio latinoamericano. En 2009, el gasto público en salud fue 1,2% del PBI, comparado con 1,9% en Colombia, 2,8% en México, 3,7% en Chile y 5% en Brasil (el promedio latinoamericano fue 3,2% del PBI). El gasto público en educación en el Perú fue 2,7% del PBI, comparado con 3,6% en Chile, 5,1% en Colombia, 5,3% en Brasil y 5,8% en México (el promedio latinoamericano fue 4,2% del PBI).
 
Las políticas antipobreza también son limitadas en el Perú. Mientras en Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y México los programas de transferencia condicional alcanzan entre 52% y 100% de los pobres, los programas peruanos solo benefician al 21% de los pobres.
 
Podría haber una relación entre el bajo nivel del gasto social y la baja aprobación presidencial. En un país donde los gobiernos son más austeros que Hong Kong, mantener el apoyo público será más difícil. Las políticas ultraortodoxas complacen a los De Althaus y los DuBois, pero no, al parecer, a la mayoría de los ciudadanos.
 
¿Por qué hay tan poco gasto social en el Perú? En otras democracias, el nivel del gasto público es producto de un tira y afloja entre políticos y tecnócratas. Por lo general, los políticos–que tienen que ganar elecciones–quieren gastar más. En las democracias más exitosas, el resultado del tira y afloja es un punto medio: un nivel de gasto suficientemente austero para mantener el equilibrio macroeconómico pero suficientemente generoso para mantener la legitimidad democrática. Pero en el Perú, como los políticos profesionales son (casi) extintos, no hay tira y afloja entre políticos y tecnócratas. Los tecnócratas se quedan con la soga y los peruanos con menos protección social.
 
El nivel de descontento en el Perú es alto. Ahora que vienen los tiempos de las vacas menos gordas, el establishment reclama medidas para aumentar la confianza empresarial. Debería pensar también en medidas para aumentar la protección social. La combinación de una democracia tacaña y un Estado débil parece minar la aprobación presidencial. Podría ser una receta para el populismo.

(*) La República, 01 de septiembre de 2013

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COMENTARIOS
1 comentarios
Y si tienen plata para comprar misiles....tenia que ser un cachaco mediocre.
11 de septiembre 2013
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