Hasta que se pruebe lo contrario, Alejandro Toledo es inocente de cualquier delito que se presume pudo haber cometido para convertirse en millonario. No obstante, este derecho no lo exime de ser investigado por el Ministerio Público en vista de que hay indicios que hacen presumir que se ha enriquecido de manera ilícita o está lavando activos.
Estos son algunos: Constituyó en secreto, en Costa Rica, una empresa ad hoc para ocultar dinero (off shore Ecoteva); el operador de las cuentas de Ecoteva es su jefe de seguridad personal, Abraham Dan On; Toledo y su esposa hicieron los tratos para comprar la mansión de Las Casuarinas y la oficina de Surco; Ecoteva canceló estas dos propiedades y también las hipotecas de sus casas en Punta Sal y Camacho; y finalmente, Toledo mintió para ocultar estos hechos.
El líder de Perú Posible tiene que explicarle ahora al Congreso y al país cómo hizo para convertirse en millonario, por qué montó una off shore usando los nombres de una empleada de limpieza y un guachimán, por qué mintió de manera sistemática.
Mientras, ya empezaron a saltar del barco chakano que se hunde algunos políticos y “líderes de la sociedad civil” que lo llevaron al poder. Se hacen los “sorprendidos”, los “engañados”. ¿Acaso no sabían quién era Toledo? Vamos a refrescarles la memoria.
Desde que apareció en el escenario político, Toledo siempre mintió: Cuando regresó de EEUU se presentó como “economista graduado en la Universidad de Harvard”, siendo en realidad bachiller en educación de Stanford, con un breve curso de economía básica en Harvard.
Después declaró que fue lustrador de zapatos, y que se ganó por méritos la beca para estudiar en EEUU. Eran mentiras, personas que lo conocieron de niño dan fe que nunca fue lustrador, y que el gobierno de Acción Popular lo becó porque su padre era dirigente de ese partido.
En los 80 lo apartaron de la Universidad del Pacífico por piratear ideas de sus colegas, luego fue “asesor económico” del estafador Carlos Manrique en CLAE.
En 1996, siendo rehén del MRTA en la residencia del embajador de Japón, se comportó cobardemente al prestarse a ser portavoz de las demandas de los terroristas para salir libre. Les prometió a los otros rehenes que regresaría al día siguiente, pero era otra mentira. En 1998 simuló un “secuestro” para tapar una encerrona con putas en el hostal Melody, y en el examen de sangre que le hicieron luego se le halló rastros de cocaína y fenobarbital.
En el 2000 falsificó firmas para inscribir a su partido, y al final de la campaña electoral se presentó como opositor de Fujimori, pese a que muchas veces se ofreció para ser ministro del fujimorismo. Siendo presidente negó a su hija Zaraí, reconociéndola solo para evitar ser vacado por incapacidad moral. Por si fuera poco, familiares suyos que cometieron delitos graves -entre ellos una violación sexual- fueron cubiertos de impunidad.
Durante su gobierno el país avanzó en “piloto automático”. De no haber sido por Pedro Pablo Kuczynski -que se puso el Ejecutivo a hombros-, y por las reformas económicas de los 90 –que empezaron a rendir sus frutos-, Toledo habría fracasado. Fue incapaz de enfrentar los conflictos sociales y dejó que sus aliados caviares excarcelaran a miles de terroristas mientras él se iba de juerga a Punta Sal.
Los “sorprendidos” de hoy prefirieron “no ver” estos hechos, y hace solo dos años apoyaron de nuevo la candidatura de Toledo. Entre estos “ciegos” destacan Mario Vargas Llosa, Javier Pérez de Cuellar, Víctor Delfín, Diego García Sayán, que hoy guardan silencio frente al caso Ecoteva.
No existen pues razones para que algunos griten hoy que fueron engañados, o se callen ante el escándalo. Sabían bien quien es Toledo, pero no les importó con tal de medrar del estado o de saciar sus apetitos de venganza a la sombra del poder.