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Martes 17 de septiembre 2013

Carlos Cueto Fernandini: en su centenario

Por: Grover Pango
Carlos Cueto Fernandini: en su centenario
Foto: Difusión

Este 16 de setiembre se ha rendido, de muchas maneras y en diversos sitios, homenaje a un educador peruano que nos honra a todos: don Carlos Cueto Fernandini.

Nos tocó, desde la humilde y pasajera instancia de estudiantes de pedagogía, conocerlo por sus actos públicos en su faceta de Ministro de Educación. Su previa y extraordinaria trayectoria de profesor universitario en San Marcos como en la Universidad de Lima, unida a su función docente en varias universidades de USA y funcionario en UNESCO y en la OEA, nos ponían frente a una persona cuyas calidades profesionales eran y siguen siendo singulares. Su producción intelectual anduvo siempre, como en el viejo poema español, repartida entre dos amores: la educación y la filosofía.

Fueron los años del ’60 de gran intensidad y exposición pública para el intelectual Carlos Cueto. Había vuelto al Perú con su familia en 1962 para ponerse al servicio de la patria. Por eso aceptó la dirección de la Biblioteca Nacional con el mismo entusiasmo con que acompañó la creación de la Universidad de Lima. Con ese mismo compromiso aceptó, en dos momentos cercanos entre sí -1965 y 1966- el encargo del Ministerio de Educación que le ofreciera el presidente Belaúnde. La censura de que fue objeto el ministro Cueto Fernandini deberá figurar, por su inconsistencia, en el anecdotario político peruano, no obstante las altas calidades de los legisladores de aquellos años. O quizás precisamente por ello.

Si bien la vida política del doctor Cueto continuó en la postulación a diputado por Lima en 1967, que no obtuvo, lo irreparable y trágico estuvo en su temprana muerte al año siguiente, al poco tiempo del golpe de estado del general Juan Velasco Alvarado contra el gobierno de Fernando Belaúnde Terry.

Entre las mayores convicciones de Cueto Fernandini estuvo, naturalmente, su pensamiento democrático. Era un convencido del rol del estado en tanto promotor del desarrollo de los individuos, con una educación ajena a intereses políticos particulares. Es destacable, en la línea humanista de su legado, señalar aquella admonición de que “la educación del futuro será necesaria y fundamentalmente educación para los derechos humanos” (1968), cuya pertinencia y vigencia sólo se puede compartir.

Además, refiriéndose al rico concepto de educación integral, señalaba que era una exigencia que requería que el estudiante no sea educado unilateralmente. “La influencia educativa debe orientarse a la totalidad del individuo. El intelecto, la sensibilidad artística, la eticidad, las energías biológicas, no deben, aisladamente, ni tampoco en estructuras que dejen sin embargo fuera una o más instancias, constituir el objeto de la educación. En este sentido, la educación aspira, en primer lugar, a integrar al individuo consigo mismo, potencializando sus energías en una estructura armónica.”

Si el pensamiento y la obra de Cueto Fernandini son probadamente valiosos, no lo son menos los testimonios vivos de su obra familiar. Con su esposa, Lilly Caballero, educadora de trayectoria admirable, tiene en la ejecutoria de sus tres hijos   -que han agregado con sus aportes personales mayor brillo al legado patrimonial-  la consolidación de una entrega que enorgullece a los peruanos y que nos honra al saludar el centenario de su ejemplar conductor.

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