Banner Tuvivienda
Miércoles 08 de mayo 2024   |   Contáctenos
REDES SOCIALES
Martes 08 de octubre 2013

La fugacidad de las cosas

Por: Grover Pango Vildoso
La fugacidad de las cosas
Foto: Difusión


Grover Pango Vildoso, autor de estas líneas


Las cosas cambian tanto y de manera tan rápida que los primeros en asombrarnos somos quienes recordamos sucesos de hace medio siglo como si fuera ayer.

Por alguna relación con lo que hoy ocurre de pronto estamos mencionando a Juan XXIII, el Papa Bueno, cuando revolucionó la iglesia con el concilio Vaticano II y con la encíclica “Pacem in terris”. O cuando se promovía la “democracia social de participación plena” de los años 70 y la maquinaria del SINAMOS anunciaba la inutilidad de los partidos políticos. Y más cerca en el tiempo cuando, según opiniones calificadas, la globalización desplegó todos sus efectos en el mundo desde la caída del muro de Berlín.

Es en estas constataciones cuando asoma claramente una dualidad contemporánea que parece indisoluble: renovación y fugacidad. Con la renovación vienen aparejados casi siempre el asombro, aunque también el temor y la desconfianza. Pero la fugacidad trae el olvido, el descarte, la sustitución pronta.

Nada más fugaz que la información, la noticia. Es la evidencia más contundente de cómo algo sustituye a lo otro y ni siquiera la dimensión de un suceso garantiza su perdurabilidad. Muy pronto algo nuevo vendrá a desplazarlo, aunque por su importancia y sus consecuencias merezca ser recordado más adelante.

La información nos llega hoy de muy diferentes maneras y hasta nuestro correo electrónico suele estar invadido por información que no hemos solicitado. Hoy no podemos leer o escuchar todo. Incluso nos vemos forzados a escogerlo casi intuitivamente o descartarlo “a priori”.

Las sanciones que aplicamos caen también sobre la correspondencia virtual. La misiva, la carta, la epístola se ha visto sustituida por los mensajes que se leen y se responden vertiginosamente. O muchas veces no se leen con la esperanza de tener luego más calma para hacerlo. Cada día hay menos tiempo –según parece- para la nota cariñosa, profundamente personal. Sepultada quizás para siempre la carta como documento autónomo, la relación intimista y emocional del lenguaje escrito va desapareciendo de nuestro repertorio.

La información televisiva no sólo es maravillosa por su actualidad sino por su omnipresencia. Un informativo nacional se enlaza con uno más potente o con otro de un país remoto, dependiendo de la magnitud de la noticia, y así nos enteramos de todo. Pero también nos informamos en simultáneo, cuando bajo las imágenes discurren textos, cintillos noticiosos que se suceden casi sin pausa.

Estoy seguro que los humanos también somos clasificables por el tipo de diarios que leemos. Hay muchos (aunque no haya muy alta lectoría actualmente) que buscan diarios de lectura breve, más bien  superficial y -mientras menos seria y más escandalosa- mejor. Así se contribuye a que la fugacidad sea total. La lectura calma, meditada, pareciera reservada para una minoría menos agitada o para los fines de semana.

Creo que la mayoría de nosotros apenas logra recordar -y con esfuerzo- qué ocurría hace sólo seis meses. E imagino también que más nos interesa saber qué vamos a hacer suceder(nos) en los siguientes seis meses. El pasado está condenado a huir cada vez más rápido y el futuro a advenir lo más pronto posible. Así vamos de apurados. No nos vaya a ocurrir como lo advierte una vieja canción: “me olvidé de vivir”

Participa:
Valorar
Cargando...
COMENTARIOS
0 comentarios
2018 Grupo Generaccion . Todos los derechos reservados    |  
Desarrollo Web: Luis A. Canaza Alfaro    |    
Editor de fotografía: Cesar Augusto Revilla Chihuan