Blindaje de canciller, altísimo costo para el gobierno

César Gutiérrez Peña, autor de estas líneas

Un aterrizaje no informado a los peruanos en el parisino aeropuerto Charles de Gaulle, ha sido el detonante para un ventarrón político, la magnitud no ha sido la de un huracán, aunque debió serlo. La reacción de la oposición es legítima y justa, la actitud presidencial de hacer una escala en Francia, sin hacerla de conocimiento previo, fue un gran irrespeto al Congreso de la República. Por más que éste se encuentre desacreditado, es una institución que merece ser tomada en cuenta, salvo que se quiera romper el ordenamiento del Estado.

Para los zahories lo ocurrido caracteriza al «humalismo». Con una actitud de jefe de cuadra de cuartel, no solo ha minimizado la importancia del Congreso, sino que a posteriori ha dado una declaración afirmando que es él quien fija la política exterior, es decir encima de la falta, una bravata. Esto conlleva a que la clase política y los agentes económicos, solo los que se dan cuenta, tengan más razones para desconfiar del Gobierno, el espíritu totalitario fluye por los cuatro lados.

Para coronar su torpeza política y evitar la merecida censura de la ministra de Relaciones Exteriores, el Gobierno decidió ratificar su alianza con el desacreditado «toledismo». Con ello el costo político a pagar le resultará innecesariamente costoso, pues Alejandro Toledo, con sus múltiples versiones de las adquisiciones inmobiliarias y sus contradicciones, es un aliado que en lugar de sumar, restará. Si bien es cierto sus votos en el Legislativo evitarán la salida de la ministra, la victoria será pírrica. Ante el elector queda clarísimo que es un canje de favores y seguirá sumando en el pasivo de esta administración, cuya aprobación sigue declinando aceleradamente.

El «humalismo» está con una oposición vocinglera, pero que no está dispuesta a boicotear al Gobierno, pues son conscientes que no se puede generar caos que retraiga la inversión. En este orden de ideas, acompañarán con su voto las propuestas legislativas que tengan racionalidad económica, sus sponsors empresariales que no son pocos, lo exigirán. La pregunta es obvia: ¿para qué desgastarse en renovar una alianza marchita? ¿Señor Humala, quiere emular a Enrique IV y decir: bien vale París salvar una canciller?