Educar al soberano

Grover Pango, autor de estas líneas

La sentencia del gran Domingo Faustino Sarmiento de que “si el pueblo es el soberano, hay que educar al soberano” sigue teniendo una plena vigencia. No otra cosa se puede entender en las opiniones que aquí se sintetizan y complementan.

Primera. La más importante de las políticas sociales es ofrecer una educación de calidad. No hacerlo equivale a demostrar que la sociedad está mal organizada. La juventud –aunque no lo parezca- sabe reconocer –casi intuitivamente- dónde está y en qué consiste esa educación.

Segunda. La educación de calidad es aquella que nos sirve para vivir. Entiéndase el concepto de “vivir” no solamente en su dimensión pragmática, por la cual hay un utilitarismo implícito en lo que se espera de la educación, sino en su dimensión teleológica, que admite una utilidad integral en lo que se hace, pero en la que se espera la prevalencia de un sentido trascendente para las cosas que hacemos.

Tercera. Los jóvenes esperan de su formación profesional una razonable oportunidad de trabajo. Esta verdad de Perogrullo es un respetable llamado de atención a las entidades formadoras de profesionales que, como obligación irrenunciable, necesitan cotejar su oferta académica con el mercado laboral existente. Aún más: debieran adelantarse al mundo laboral que está por venir.

Cuarta. En los verdaderos sistemas democráticos son los ciudadanos quienes definen cuál es el conjunto de bienes y servicios que debe estar al alcance de todos. La “prueba de fuego” de esta potestad se encuentra en el proceso electoral y en la elección de quienes tienen la responsabilidad de gobernar y dar leyes.

Quinta. Más importante que el apoyo alimentario que los niños reciben por los programas sociales es la necesidad que los padres tengan trabajo y que éste sea adecuadamente remunerado. No son pocos los casos de los programas sociales que llegan indebidamente a sus destinatarios o se distorsionan a tal extremo que terminan sirviendo a la burocracia que los administra.

Sexta. Son los valores lo más importante en la actividad tanto pública como privada. Entre ellos es la honestidad la que debe prevalecer en lo que se piensa, en lo que se dice y en lo que se hace. Y luego tratar de hacer las cosas bien, simplemente.

Sétima. Un Presidente es el principal comunicador de un país. Debe ser un “pedagogo” para explicar el por qué de las decisiones que toma. Un Presidente es la más encumbrada figura de la política y es en este sentido, también, que la política debe entenderse como una “pedagogía cívica”.

Estas son opiniones tomadas casi textualmente de una entrevista periodística a un prestigioso ex –mandatario latinoamericano que visitó nuestro país recientemente, con algunas precisiones indispensables.  Baste decir que esta persona fue ministro de Educación, ministro de Obras Públicas, luego Presidente de la República y que, al dejar este último cargo lo hizo con una aceptación de los ciudadanos que superaba el 70%. Los razonamientos de un político con esta trayectoria merecen ser atendidos, más allá de su nombre y su nacionalidad específica.