Grover Pango, autor de estas líneas
Shona García Valle se ha marchado para siempre. Estudió Farmacia, Bioquímica y Educación en San Marcos y allí la capturó el magisterio para la docencia en Historia. El compromiso con Dios la hizo Hermana de los Sagrados Corazones y la llevó a Roma para estudiar Teología. Por el compromiso con la educación se perfeccionó en Tecnología Educativa en la Universidad de Tallahassee, Florida.
Formadora de docentes en el Pedagógico de Monterrico, que todavía se recuerda como San Pedro, hacía su presencia inconfundible con sus amplios vestidos, su sonrisa casi permanente, los ojos tan verdes como vivaces y la palabra fácil, rotunda, siempre llena de un humor tan suyo. La sabiduría de Shona estaba en su sencillez y su firmeza. Mujer de iniciativas y compromisos, siempre estuvo donde debía estar. En los años 70 con la Reforma Educativa, en la conformación de Foro Educativo de los 90 y por cuanto lugar que fuera necesario, enseñando y aprendiendo, siempre al lado de los profesores, en quienes creía como pocos.
Aparte de sus grandes y serios aportes, de Shona quedará el relámpago de sus expresiones ingeniosas, de su talante dulce y zumbón. Entre muchas anécdotas que de ella se saben, recuerdo cuando le pregunté por qué las alumnas del Pedagógico realizaban sus prácticas en el aula tan pronto; ella simplemente me dijo: “es que a nadar se aprende en el agua”.
Shona García Valle se ha marchado con su sabiduría, sencillez, compromiso y sus frases contundentes. Shona ha sido una Amauta antes de serlo oficialmente, el 2004. Mejor dicho: sigue siéndolo, porque por donde esté una sampedrana (o sampedrano) que la haya conocido, algo de su amoroso magisterio estará en ellos.