Nube de etiquetas sobre el futuro de Cuba
Diez pronósticos, diez fracasos, diez vaticinios que no llegaron a ser ni siquiera letra muerta sobre un papel. A eso habría quedado reducido un decálogo de posible pronósticos futuros -personales o nacionales- que hubiera hecho en 2003. De manera que conociendo los retorcidos caminos que toman los acontecimientos, hoy trato de imaginar las sorpresas que nos deparará la próxima década. Sé -al menos eso sé- que será difícil, que vienen momentos complicados para todos. Olvídense de acostarnos una noche con los grandes problemas que actualmente tenemos y pretender que al otro día, al despertarnos, ya no estarán. Muy ingenuo creer que al sacudirnos este totalitarismo todo quedará resuelto. No, para nada, comenzarán nuevas dificultades y nuevos retos. ¿Estamos preparados para ellos?
¿Estamos preparados para un sociedad donde la responsabilidad recaerá sobre nosotros y no sobre el Estado? Un país donde podremos elegir un presidente, pero quizás éste resulte ser también un corrupto, un mentiroso, un autoritario. ¿Seremos capaces de darnos cuenta, dado el caso, que no votamos para nombrar un “padre”, sino por un servidor público que se deba a nosotros? ¿Cuánto tiempo demoraremos en perder la suspicacia sobre todo lo que contenga la palabra “social” o con los sindicatos, que ahora son simples poleas de transmisión del poder hacia los trabajadores? ¿Para la tolerancia, estamos listos? ¿Podremos convivir pacíficamente con otras tendencias políticas e ideológicas que tomarán los micrófonos y propondrán sus programas? ¿Acaso la inexperiencia nos lanzará en los brazos del próximo populista? ¿Somos conscientes que viviremos una Cuba donde habrá -muy probablemente- muchos nostálgicos del castrismo? ¿Qué haremos si en lugar de un verdadero cambio, los que hoy están en la nomenclatura se mudan sus uniformes verdeolivos por los trajes de cuello y corbata del empresariado?
¿Cómo reaccionaremos ante la inmigración? Por el momento sólo conocemos el fenómeno de los que se van y también de esos visitantes -por poco tiempo- que hacen turismo en nuestra tierra. Sin embargo, debemos saber que si logramos construir un país próspero, otros llegarán para quedarse. ¿Cómo los recibiremos? ¿Qué efecto producirá tantos años de desabastecimiento y mercado racionado en el consumo de las personas? ¿Las familias se endeudarán hasta los tuétanos, comprándose todo lo que anuncie la TV? ¿El dilema de la propiedad estatal versus privatizaciones cómo se resolverá? ¿Se podrá mantener la extensión de las infraestructuras educativas y hospitalarias por todo el país, pero mejorando su calidad, desideologizando su función y dignificando salarialmente a sus empleados? ¿Qué ocurrirá con ese enorme aparato gubernamental y oficial, cuyos costes caen sobre nuestras espaldas y apenas si conocemos su volumen?
Como ven, en lugar de certezas sólo tengo preguntas. Interrogantes que me obsesionan cuando hablo del futuro de nuestra nación. Al menos algunas cosas sí me quedan claras: estaré en Cuba, haré todo lo que pueda para ayudar a mi país y trataré -desde el periodismo- de despejar muchas de esas dudas o de amplificarlas hasta que alguien las responda.