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Lunes 02 de diciembre 2013

Tutankamón, el rey de Egipto que murió en accidente carretero

Por: Moises Saab *
Tutankamón, el rey de Egipto que murió en accidente carretero
Foto: funkidslive.com

Egipto faraónico sufrió siete plagas devastadoras, según la Biblia, que puede haber pasado por alto la octava: los accidentes de tránsito, una de cuyas víctimas más notorias fue el faraón Tutankamón, revelan estudios cuyos hallazgos circulan hoy.

Cada año, como promedio, en este país mueren 30 mil personas en catástrofes carreteras, acorde con estadísticas oficiales, sin mencionar los topetazos en las aglomeradas calles y avenidas donde resulta difícil ver un auto sin alguna cicatriz de un encuentro indeseado con otro vehículo.

En 1922 Howard Carter, un arqueólogo empírico británico descubrió casi intacto el sepulcro del joven monarca, y con los rudimentarios medios a su disposición determinó que había sido víctima de un accidente de tránsito, pero los expertos académicos lo desmintieron y se inclinaron por la tesis de que la causa del fallecimiento había sido la malaria. Esa dolencia, aún endémica de la mayoría de los países africanos, es transmitida por el mosquito Aedes aegypti, una clasificación apropiada que en latín quiere decir odioso egipcio.

Las discrepancias pueden haber tenido su origen en el resquemor por el descubrimiento de Carter, un sujeto intratable, solitario y terco, sumado a la envidia de académicos que trataron de disminuir sus méritos por celos profesionales, un pecado casi tan antiguo como la humanidad misma.

Pero la verdad resplandece a la larga y estudios científicos acaban de demostrar que lo más probable es que el faraón, muerto a los 19 años, haya sido atropellado por el carro en que transitaba, una de cuyas ruedas le fracturó la pelvis y varias costillas que a su vez le aplastaron el corazón. Ese fue solo el comienzo de las tribulaciones del monarca adolescente pues el estudio además demuestra que su embalsamamiento fue tosco, apresurado y poco profesional, para decir lo menos.

La mezcla de oxígeno, aceites aromáticos, lino y otro productos ocasionaron un incendio espontáneo dentro del suntuoso ataúd del que nadie se percató hasta más de dos mil años después, lo que explica que los restos no hayan tenido corazón y mostraran quemaduras graves.

Sobre la momia de Tutankamón abundan hasta la náusea las noticias y leyendas, lo que ignoramos es el destino del conductor del vehículo, aunque pensándolo bien, lo más probable es que haya sido enviado a acompañar al monarca adolescente en su viaje eterno, pero sin llevar las riendas.

Los faraones eran muy ricos, pero morían jóvenes

Tenían un poder inmenso, eran adorados como dioses, se rodeaban de cortesanos obsecuentes y poseían tecnología de punta, pero los faraones egipcios morían jóvenes de enfermedades previsibles, como diríamos hoy. Una pesquisa en sitios arqueológicos de la zona fronteriza con Sudán cuyos resultados comienzan a emerger, permite determinar que los faraones y sus cortesanos carecían de la menor noción sobre normas de higiene y que comían mal, lo que los hacía blancos fáciles de enfermedades.

Acorde con investigaciones anteriores, la alimentación de los egipcios antiguos se basaba en pan, carnes de cuanto ser caminara, reptara o volara y cerveza, en grandes cantidades, incluso en el desayuno. Estudios de momias desenterradas por los investigadores del proyecto Qubbet el Hawa evidencian que bebían las aguas del río Nilo, que siguen siendo un veneno lento miles de años después, lo que les provocaba dolencias gastrointestinales que se complicaban con el paso del tiempo hasta conducirlos a la mansión de los dioses, el más allá que se dice ahora.

Los sacerdotes podían pronosticar la época de las inundaciones, cuando el limo fertilizaba las riberas del Nilo y convertían a Egipto en el granero del mundo conocido, determinar las fases de la luna y, por supuesto, construir enormes pirámides que siguen en pie, pero nunca conocieron las bondades de hervir el agua y lavar los alimentos.

Si a esa deficiencia se suman la endogamia, los incestos y otras conductas normales en las familias reales de la época, el cuadro es desolador, además de explicar que algunos faraones tuvieran taras, que pasaban a sus descendientes. Eso sí, no eran racistas: las investigaciones demuestran que, al menos en la zona fronteriza con Sudán, que entonces era Nubia, las uniones interétnicas eran parte de la vida cotidiana entre todos los sectores de la sociedad, lo que explica el carácter multicolor de la población egipcia.

Tal vez esa pasión por sus vecinas, y vecinos, de piel más oscura fue la que los salvó de la extinción como grupo humano, otro punto contra el racismo.

Egipcios antiguos también padecían arteriosclerosis

Ni idea tenían de lo que era un cigarrillo, la comida chatarra era un invento diabólico de siglos por venir, al igual que la contaminación ambiental, pero los egipcios antiguos, también morían de arteriosclerosis. Eso demuestra un estudio difundido por un equipo de la Universidad estadounidense de Kansas City en momias cuyas edades oscilan entre 5.800 y cuatro mil años, un largo período, casi inconmensurable, en relación con el tiempo que sus propietarios anduvieron por este valle de lágrimas.

Un tercio de las momias egipcias, cuyos propietarios se suponía que llevaban vidas saludables, mostraron signos de endurecimiento de las arterias, una de las principales causas de muerte entre los que compartimos hoy este mundo de nanotecnología, viajes al espacio y cuanta quimera pueda suponerse, además de hábitos perniciosos.

Estudios anteriores demuestran que los egipcios antiguos basaban su alimentación en frutas, legumbres, derivados de la harina y carnes, aunque, a la clase superior se les supone adictos a alimentos exóticos y a medio corromper que por entonces eran símbolos de distinción. Pero sobre todo, mucha cerveza, que para eso la inventamos, se dirían ellos, un gusto que ha resistido el paso aplastante del tiempo para delicia de las grandes mayorías.

Las conclusiones de la pesquisa indican que el endurecimiento de las arterias es una enfermedad común entre los humanos y síntoma de envejecimiento, esa realidad a la cual se han buscado remedios disparatados, entre ellos el del monarca de la antigua China que ingería infusiones con oro que lo llevaron a la tumba.

De algo hay que morirse, dirán los fumadores, los devoradores de grasas polisaturadas y otros suicidas que tal vez encuentren consuelo en el estudio de marras.

* Corresponsal Jefe de Prensa Latina en Egipto.

Nota publicada en bolpress.com

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