En la actualidad es indiscutible que debe existir una relación entre el Planeamiento Estratégico y los Proyectos de Inversión Pública (PE+PIP). No existen auténticos proyectos de inversión pública sin objetivos estratégicos. Si bien la intervención del proyecto es temporal, los beneficios deben ser inclusivos. Lo contrario es perder tiempo, dinero y esfuerzo. No se debe invertir en activos sin garantizar recursos para operaciones y mantenimiento.
Dejar en el baúl de los recuerdos al planeamiento estratégico es como decirle a la gente que demanda una necesidad básica que “el futuro será mejor que ahora”. Pero lo que no le decimos -por conveniencia o por ignorancia- es que en realidad no sabemos si éste y aquél proyecto se orienta a cumplir con el objetivo estratégico de la visión al 2021. Algo así como “vender sebo de culebra”. ¿Cultura de proyectos por impulso?
Los recursos son escasos y las necesidades son infinitas. A pesar de esto, mucho dinero se despilfarra en proyectos de inversión pública que no llegan a cumplir los objetivos estratégicos del desarrollo nacional. El Plan Bicentenario: el Perú hacia el 2021 y el Acuerdo Nacional descansan bajo 7 llaves en un escritorio del Poder Ejecutivo. Esto significa estafar a la población y al Estado. La pregunta es: ¿Quién estafa a quién?
¿Por qué no les decimos con claridad a la población que al terminar estos proyectos o programas no irán a salir de su pobreza y que su sacrificio en beneficio de las futuras generaciones solo es un ilusión política de la autoridades? ¿Quién es el que debe decir si estamos por el camino correcto? ¿Tiene el SNIP capacidad para supervisar, monitorear y evaluar si los proyectos están saliendo bien en el país? El SNIP dice que no; pero el Congreso podría decir que sí.
No existe la acción permanente y sistemática del Estado para encontrar la relación que existe entre el planeamiento estratégico y los proyectos de inversión pública en el Perú. Este es uno de los problemas de la agenda del el SNIP que el Estado ha preferido resolver con la doctrina de “dejar hacer, dejar pasar”. Tal vez esta inacción se justificaba en el año 2000. Pero ahora estamos por iniciar el 2014. ¿Por qué tanto miedo si los gobiernos son constitucionales?
Se debe tener en cuenta que todo proyecto es un servicio, aunque se trate de “fierro y cemento”. La educación es un servicio, nadie lo discute; pero la construcción de una carretera también es un servicio: el transporte de personas. La mejor forma de comprender esto es tener una visión sistémica y holística. No solo de proceso, sino de resultado, y aún mejor: de impacto. Una obra pública no es un objetivo en sí mismo, sino un medio para brindar un servicio.
Casi 14 años de creación del SNIP. Se ha logrado controlar el gasto público irresponsable. Pero aún sigue el reto al 2021.Lo peor es que -a ciencia cierta- aún no sabemos si los brillantes proyectos de inversión pública en los tres niveles de decisión del gobierno: nacional, regional y local, están en el camino correcto hacia los objetivos estratégicos del 2021. ¿Sabe si son OK las acciones actividades y propósitos, para lograr el fin último de acabar con la desnutrición infantil?
¿Quién puede poner las manos al fuego por el tristemente célebre PIP “El mirador de Tambopata” en Madre de Dios, que costó más de 2 millones de soles. Son 40 metros de altura provisto de un ascensor que no funciona, porque el mantenimiento asciende a 200,000 soles mensuales? El proyecto de inversión pública figuró en el banco de proyectos del SNIP. ¿Por qué no puede tener atribuciones de control de inversiones?
Cualquier país que se preocupa por su futuro debe contar con una visión, para dentro de diez, veinte, treinta años. Pero no solo diseñar el futuro sino implementarlo correctamente y evaluarlo cada mes, cada trimestre, cada año, a fin de efectuar los reajustes adecuados.
El presupuesto por resultados debe extenderse e intensificarse. Buenos ejemplos de lo expuesto son las experiencias de Brasil, Chile y Colombia.
Si el Estado no ha logrado construir un horizonte, que responda hacia dónde van los planes programas, proyectos y presupuestos por resultados, y cuáles son sus objetivos estratégicos es como navegar sin brújula en la niebla. No han construido un vínculo entre sus procesos de planificación y mucho menos lo han integrado con las políticas públicas. La solución no solo consiste en aprobar las herramientas de gestión. Se trata más bien de articular en todos los niveles del Estado los mecanismos para la medición de las metas con eficiencia, eficacia y efectividad.
En el año 2010, indicaba con énfasis, el exdirector de ILPES/CEPAL, Edgar Ortegón, que la diferencia de estatura por desnutrición entre un niño que nace en la pobreza y uno que tiene el privilegio de nacer en el seno de una familia rica es de seis centímetros. “El mensaje es de responsabilidad y de manejo de prioridades con una herramienta como el SNIP”, enfatizó. ¿Cuántos PIPs cumplen este objetivo a nivel nacional en el Perú? El presupuesto por resultados (PpR) tiene la palabra.
Una de las alternativas para el monitoreo de proyectos es una agencia privada de evaluación de políticas y programas. Los países no están realizando mediciones de resultados o de impactos: el efecto de las políticas sobre la población. Los SNIP deben fortalecer los mecanismos de seguimiento físico y financiero. Esta es una carencia que atenta contra la calidad y los resultados de la inversión, dice Ortegón.
Otro caso es Cuba. Este es el único país de América Latina y el Caribe que ha eliminado la desnutrición infantil, gracias a los esfuerzos del Gobierno por mejorar la alimentación, especialmente la de aquellos grupos más vulnerables. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha reconocido a Cuba como la nación con más avances en América Latina en la lucha contra la desnutrición.
Cuál es su secreto? El Estado cubano garantiza una canasta básica alimenticia y promueve los beneficios de la lactancia materna, hasta el cuarto mes de vida la lactancia exclusiva y otros alimentos hasta los seis meses de edad. Entrega diaria de un litro de leche a todos los niños de cero a siete años de edad. Junto con otros alimentos como compotas, jugos y viandas. ¿No debería el PE+PIP promover un programa para acabar con la desnutrición infantil en el Perú? El CEPLAN y el SNIP pueden servir para este propósito.