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Jueves 12 de diciembre 2013

Pensamiento de un genio: Beethoven

Por: Carlos Arias Echeandia
Pensamiento de un genio: Beethoven
Foto: Difusión

Haz lo necesario para lograr tu más ardiente deseo, y acabarás lográndolo.

¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino.

El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación.

Uno de los fundamentos de la libertad consiste en poder hacer mal uso de ella.

La música debe hacer saltar fuego en el corazón del hombre, y lágrimas de los ojos de la mujer.

La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía.

No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo; no podrías pedirle discreción si tú mismo no la has tenido.

Con hombres que no creen en mí, no puedo ni quiero asociarme.

El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad.

Me apoderaré del destino agarrándolo por el cuello. No me dominará.

Es curioso ver cómo a medida que las libertades teóricas aumentan, las libertades prácticas disminuyen.

Recomendad a vuestros hijos que sean virtuosos, sólo la virtud puede traer la felicidad, no el dinero.

Hacer felices a otros hombres: no hay nada mejor ni más bello.

"El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación."

Haz lo necesario para lograr tu más ardiente deseo, y acabarás lográndolo. 

He ahí las palabras de este genio, autor de ciento treinta y siete obras clasificadas, entre las que destacan sus nueve sinfonías, los seis conciertos para piano y orquesta, las treinta y dos sonatas para piano, dos misas y su única ópera, Fidelio. Mayor parte de las cuales fueron escritas cuando su creador estaba ya aquejado de una humillante y trágica dolencia: la sordera.

Sus problemas auditivos comenzaron justo cuando el genio se hallaba en el punto culminante de su capacidad musical, en el preciso instante en que sus obras empezaban a expresar una madurez magistral y el estilo propio e inconfundible del maestro.

Fue en el año 1800, paralelamente a la aparición de la Sonata para piano nº 8 Patética, que ya mostraba una particular estructura fundamentada en el leitmotiv: las cuatro notas iniciales se repiten configurando un tema principal, desarrollado mediante variaciones y otorgando a toda la composición una dinámica muy especial.

Seis años después tendría lugar el estreno de la Sinfonía nº 3 en mi bemol mayor, también llamada Sinfonía Grande o Heroica, que festejaba las hazañas de Napoleón Bonaparte.

Como muchos de sus contemporáneos, Beethoven admiraba al hombre que había sido capaz de recoger el testigo de la Revolución y fundar una nueva república dando sentido a los ideales de libertad y hermandad que recorrían Europa, pero se sintió traicionado cuando el corso se hizo proclamar emperador y hubo de ahogar su cólera en un amargo llanto de decepción. En la imagen, el más conocido retrato del compositor, realizado por Joseph Karl Stieler en 1820.

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