Firmes y Feliz por la Unión

Me enorgullezco como ciudadano cuando veo que se saludan, se reúnen y conversan con respeto, conservando las reservas del caso, los tres Presidentes democráticos de mi país. Quisiera no pensar que puede tratarse de una actitud  “siquiera por unos días”, como titulaba SCOPIO la semana pasada, porque tengo fe en que la historia y las demandas del futuro nos van a enseñar muchas cosas todavía.

Esas imágenes tienen un alto valor simbólico para los ciudadanos creyentes en que el Perú es más grande que sus problemas, como diría Basadre. Ellos representan el tiempo de sus gobiernos, la diversidad de sus ideologías, lo que hicieron bien (y también sus equivocaciones) y la vigencia de la democracia como continuidad y como alternancia.

La imagen de “nuestros presidentes” tiene, en consecuencia una importancia endógena reparativa y aleccionadora que sólo los negativistas incurables querrán desconocer. Pero quizás sea mayor la importancia exógena, aquella que nos muestra como un país dispuesto a entenderse mejor y alcanzar un sitial meritorio en el concierto de los pueblos del mundo.

De allí mi profunda esperanza en que acontecimientos como el fallo de la Corte Internacional de La Haya nos hagan recuperar el sentido y el valor de nuestros actos. De allí la necesidad de recuperar el imperativo histórico que encierra, desde 1825, el lema de nuestro país: “Firme y feliz por la Unión”.

Muy útil será volver a escuchar al  Dr. Christian Barnard cuando decía: “La batalla de la vida no siempre la gana el hombre más fuerte o el más ligero; porque tarde o temprano el hombre que gana es aquel que cree poder hacerlo”.