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Lunes 17 de febrero 2014

Venezuela desangrada

Por: Ofelia Avella
Venezuela desangrada
Foto: dominio.fm

Decidí redactar este artículo el miércoles 12, para darme chance de ir y regresar de la marcha y poder hacerme así una mejor idea de lo que deseaba escribir. Anoche, sin embargo, fue difícil ordenarme. Entre lo vivido en la Fiscalía y las noticias de las muertes, arrestos, órdenes de captura, heridos y la realidad constatada de los colectivos sueltos por la ciudad provocando disturbios, preferí dejar reposar mis ideas.

Todavía no están muy reposadas, pero sí sé bien lo que deseo decir, porque sé bien lo que viví y siento. Los ciudadanos tenemos derecho a la protesta y esta marcha fue eminentemente pacífica. Ya en la retirada, los colectivos del Gobierno comenzaron a disparar a mansalva, con la presencia indiferente de los policías. El derecho a protestar y a ser, además, resguardados, solo se respeta cuando se vive en democracia, pero ese no es nuestro caso. Por eso, para quienes tenían alguna duda de lo que sucede en Venezuela, lo vivido en estos días, a lo largo y ancho del territorio nacional, deja en evidencia qué tipo de régimen nos gobierna. Se trata de una dictadura que ha quedado ya al descubierto.

Pienso en las madres que lloran hoy a sus hijos. Pienso en tantas familias desesperadas por la falta de trabajo, de dinero, de paz, de seguridad, de justicia. Pienso en tantas conciencias vendidas, en tanto silencio cómplice, en Venezuela y en el mundo. Me pregunto si nuestros policías, guardias y militares no tienen hijos, si acaso no les duele agredir a su pueblo. Me pregunto a cuántos venezolanos puede parecerles normal vivir cada día bajo amenazas e insultos, represiones, mentiras, promesas incumplidas y falsas, y cercenamiento de su libertad. Entiendo que hay que despertar a miles de conciencias, una a una, de ese letargo y engaño a que parece someterlos el Gobierno. Sé que muchos no están anestesiados, pero tienen miedo y dependen de este régimen para subsistir. Sé que muchos funcionarios se sienten amenazados. Sé que muchos advierten que el régimen solo busca robarles su voluntad y su conciencia. Sé que muchos sufren injusticias. Pero si no actúan, están de igual modo precipitando al país a su ruina porque en este sistema, todos, absolutamente todos –menos el clan que obedece y nos vende a Cuba-, terminaremos pobres.

Por eso pido a Capriles dejar de dividirnos entre pobres y ricos. Quienes teníamos un poco más y podíamos ofrecer trabajo a muchos, dejaremos también de tener lo mismo que ofrecíamos. Aquí estamos todos igual de atrapados, unos más que otros, pero atrapados al fin.  Ayer unos muchachos de la UCV me decían con tristeza que cada año entraban más alumnos a la Universidad, pero que a la par salían más profesores, pues ¿cómo se vive con un sueldo tan pobre? Un heladero en Plaza Venezuela me hablaba sobre lo mucho que le dolía la situación que vivíamos: "¿cómo hay todavía gente que se deja engañar? Ecuador está dolarizado –me decía-; cualquier país está mejor que nosotros. Aquí tiene que haber posiciones firmes para salir de esto".

Sé que los venezolanos tenemos que reencontrarnos y comprendernos en nuestros contextos, pero también sé que esta situación nos sobrepasó a todos. Se dice fácil que hay que trabajar por un diálogo con los más humildes; que hay que crear conciencia. Nunca lo he dudado, pero pareciera que la situación es crítica y estamos en un estado de emergencia. Muy pronto habrá miles sin trabajo y la culpa no será de quienes les ofrecían trabajo. La culpa será de quien nos ha impedido a todos operar con libertad; la culpa será de quienes planificaron este desastre del mismo modo macabro como planificaron los ataques a los estudiantes, pues con ambos planes se somete a la población a depender del régimen: al vivir de dádivas se depende tanto de otro como cuando se calla por miedo. En esto consiste, de hecho, el cinismo del "plan de pacificación" del Gobierno: en repartir armas a colectivos para silenciar a la disidencia.

¿Dónde está la orden de captura para los colectivos armados? ¿Qué hacían ellos en una marcha de estudiantes? ¿Quién los armó? ¿Por qué los policías no nos resguardaron?

El objetivo es unirnos por un mismo fin: lograr que el país retome la senda democrática y recupere su soberanía saqueada. Con militares y guardias que miran complacientes cómo se dispara a muchachos por la espalda, ¿qué nos queda sino resistir de modo pacífico? ¿Quién queda sino nosotros, sociedad civil? Ante organismos que guardan silencio, ¿qué nos queda sino buscar la solución entre nosotros mismos?

El 12F quedamos todos al descubierto. Cada quien sabrá qué máscara se quitó y si desea ponérsela de nuevo.

Nota publicada en eluniversal.com


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