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REDES SOCIALES
Viernes 28 de febrero 2014

Carnaval socialista de pobres escuálidos

Por: José Mayora
Carnaval socialista de pobres escuálidos
Foto: noticiasvenezuela.info

La revolución bolivariana ha insistido y reiterado en que por vez primera en la vida republicana venezolana hay democracia verdadera, paz y un gobierno que ama al pueblo. Sin embargo, tal abundancia  se encuentra asediada por los cuatro costados, poniendo en tela de juicio la apreciación revolucionaria. Me inclino más bien por pensar que de lo que mucho alardeas es de lo que más careces.

La supuesta estabilidad democrática ha devenido en un contexto de conflicto reconocido hasta por Madonna. Desde diversos escenarios se ha manifestado la solidaridad con los venezolanos. Estoy persuadido que para la comunidad internacional resulta inaudito, por decir lo menos, que un país cuyo gobierno ha vendido su democracia como la más profunda del orbe, de la noche a la mañana se encuentre sumido en un conflicto de proporciones incalculables.

No dudo que en el imaginario de los líderes mundiales comience a cundir la duda acerca de si ciertamente esta democracia es tan impoluta como sus revolucionarios líderes han venido propalando por todos los medios disponibles. En la práctica, el país cuya inseguridad e inflación lo han colocado en el "top ten" de las miserias, ahora escala un peldaño más en el sitial de honor de las pesquisas frustradas por la paz.

Es unánime el clamor por la paz a través del diálogo, sin embargo, tal petición raya en la ingenuidad pues quien debe promover tal encuentro, no tiene ninguna disposición para tal interacción. Hay cuatro elementos que deben considerarse para entender porque el diálogo, en este contexto, es imposible: objetivos, medios, valores y poder.

Los objetivos de una democracia no son coincidentes con los del proyecto revolucionario, para el cual la apariencia democrática es la excusa necesaria para implantar una sociedad autocrática, supuestamente pacífica y evidentemente armada.

La destrucción es el medio utilizado por el proyecto revolucionario contra el orden institucional público y privado, el tejido social organizado y la libertad de elección ciudadana, desechando lo construido por considerarlo, sin discusión, contrario a los valores y objetivos socialistas.

El proyecto revolucionario valora la exclusión de la opinión distinta y de un factor clave de la democracia como la minoría, valora la violencia como argumento inhibidor y valora la pobreza como un estado perenne.

El ejercicio del poder en revolución tiene como finalidad el poder mismo, su permanencia ilimitada y su uso inescrupuloso.

Si lo dicho anteriormente es el marco teórico de la revolución, ¿dónde cabe allí el diálogo? Para que haya diálogo tiene que haber interacción, pero como puede darse ésta cuando en el país crece el descontento, proliferan las protestas y los organismos de seguridad reprimen con violencia pocas veces vista.

Cómo puede haber encuentro cuando muchos hogares que se enlutan por defender sus derechos y buscar una vida mejor, ven como el Presidente desconoce tal realidad y se dedica a organizar saraos palaciegos donde baila acompasadamente con su consorte. Cómo puede haber espacio para el intercambio cuando el ministro de Educación condena a los pobres a la pobreza y Elías Jaua se comporta tal cual es.

Los carnavales que se avecinan, expresan con claridad el país escindido que tenemos: el gobierno extiende la duración de las festividades carnestolendas mientras que los alcaldes de oposición las cancelan pues un país sumido en una crisis sin precedentes no tiene nada que festejar.

Nota publicada en eluniversal.com

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