Más drama que comedia

Ciertamente no es broma que haya caído un gabinete cuando apenas iba por los 4 meses. Menos todavía que ocurra porque, frente a un asunto social que el primer ministro dice que se está discutiendo, la esposa del Presidente de la República lo niegue en forma pública y luego el Ministro de Economía lo reitere. Crisis ministerial y nuevo gabinete: el quinto.

Se estrena nuevo equipo y en la solicitud de confianza al Congreso que la constitución dispone, no hay mayoría de respaldo. Ésta finalmente se obtiene con la generosa contribución de dos grupos políticos, a cambio de un compromiso. Conozcamos la promesa.

Nuestro poco calificado Congreso no había podido soslayar un debate sobre asuntos poco usuales en la política de un país, como el rol de la primera dama en los asuntos de estado. Pero todavía es menos usual que, para obtener los votos que le hacían falta, la PCM se vea en la obligación de garantizar que “no permitirá ningún tipo de intromisión en sus funciones”. Quiere decir que alguien se entrometía; entonces, ¿quién puede impedir que esa intromisión se siga produciendo? Total, cambiar gabinetes no parece muy difícil.

El problema de fondo es cómo se gobierna. La suposición de que un personaje político “es inteligente” sólo se mide por lo que logra o ayuda a conseguir. Si a medio periodo ya van cinco gabinetes, la confianza ciudadana se reduce día a día, hay inversiones paralizadas, la inseguridad continúa y crece, no logramos mejorar en educación como debiéramos, entonces no hay razón para presumir de inteligencias ni simpatías. Ni tampoco de deliciosas popularidades, como le gustaría a nuestro Premio Nobel.