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Jueves 20 de marzo 2014

¿Y ahora quién podrá defendernos?

Por: Rubén de Mayo
¿Y ahora quién podrá defendernos?
Foto: laradiodelsur.com

De un descaro sin igual, defendiendo su puesto a dentelladas, ha sido la actitud asumida por Gabriela del Mar Ramírez, defensora del pueblo.

Debería señalarse expresamente en el título del cargo que ella ejerce, que lo de la palabreja pueblo no engloba a todos los venezolanos, sólo a los chavistas, quedando por fuera el resto de la población opositora.

Exhibiendo su erudición, la defensora disertó con frialdad y pedantería sobre la tortura, distinguiéndola del trato cruel y degradante. Más allá de que un conocido diario nacional haya tergiversado sus palabras, sacándolas de contexto, según ella, el hecho está en que la defensora del pueblo no se presenta al país como una funcionaria ecuánime y justa, que no está parcializada a favor de ningún bando político.

Esta misma situación de la Defensoría, que no se percibe como institución que responda a los intereses de toda la colectividad sin distingo político, se aprecia en todas las instituciones del Estado. En todas sin excepción.

Esta situación se hace aún más alarmante cuanto un sistema político republicano de gobierno debe fundarse en la división de los poderes públicos, que deben ser independientes y autónomos de toda intervención e influencia allende su jurisdicción. Con la consigna oficialista de: "con Chávez un solo gobierno", se fortaleció en Venezuela la intromisión del Ejecutivo en todas las instancias del Estado, pretextando la armonía y el acompañamiento y complementaridad de las decisiones que se toman al más alto nivel, eligiendo jueces, acomodando sentencias y nombrando altos funcionarios que, en nombre de pueblo, ejercen sus cargos para favorecer solamente a un sector.

Este último es el caso de la defensora del pueblo, que no comprende que el problema no es que descontextualicen lo que diga, sino que a ella y muchos otros altos funcionarios se les percibe como fichas de un partido político, como personas sectarias cuya única preocupación es defender la causa de su partido, de los suyos, no importando el resto de la población.

Tal descaro hay en los actuales momentos que ni siquiera se respetan las apariencias, las formas, y frontalmente se renuncia a defender los derechos de un sector de la población, que se siente no representado, desvalido, anulado, burlado, sin voz.

Ahí está Gabriela del Mar Ramírez, ofendidísima porque tergiversaron sus palabras (al menos las tomaron en cuenta, aunque solo sea para tergiversarlas), mientras ella hace caso omiso de la voces opositoras, no reflejando a esa otra Venezuela que le exige defensa y justicia ante la impunidad. No les extrañe, entonces, que se apele al grito de la protesta, para que se escuche, y la rebeldía de una piedra anárquica para quebrar el silencio ominoso y despreciable de los que anulan.

¿Y ahora quién podrá defendernos? Ojala sea el Chapulín Colorado, lo haría mejor que nuestra defensora.

Nota publicada en eluniversal.com


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