Nuevamente se ha anunciado un próximo debate sobre un proyecto de ley reformulado para legalizar las uniones civiles entre personas del mismo sexo. En el proyecto anterior del congresista Carlos Bruce, si bien no se exige la regulación de un “matrimonio”, en la práctica, se pretende conseguir casi todas las prerrogativas del vínculo matrimonial, y de paso tomar ventaja sobre las uniones de hecho.
Aunque el 65 % de los peruanos rechaza esta propuesta (según Ipsos Apoyo), la mayoría de líderes de opinión la aplaude, aparentemente, sin tomarse la pausa necesaria para analizarla con rigor. Amparados en la tolerancia y una supuesta imparcialidad informativa, los periodistas, en general, no solo desinforman sino que confunden la opinión de los ciudadanos.
El proyecto propone la creación de un vínculo, estado civil, inscripción en el Registro Civil, elección del régimen patrimonial, causas de disolución, impedimentos para constituir, etcétera; cuestiones de las que no gozan, casi el 30 % de los peruanos, que sostiene una convivencia.
Como no pueden convertirse en esposos, se pretende crear un parentesco de primer grado, como el que une a padres e hijos, y así acceder a la seguridad social, jubilación, prestación por alimentos, vivienda, nacionalidad, programas sociales; y por supuesto heredar.
Los defensores de esta norma aluden que no es igual al matrimonio. En efecto, la naturaleza del matrimonio se sustenta en la diferencia y complementariedad sexual de los cónyuges y su posibilidad de engendrar nuevas vidas. La función social de la familia, de generar prole y educarla, la hace merecedora de protección jurídica; en contraparte los cónyuges asumen responsabilidades: deber de fidelidad y asistencia, cohabitación, igualdad en el hogar, y sostenimiento de la familia.
La propuesta omite por completo los deberes de los compañeros civiles y ni siquiera incluye la fidelidad como obligación. ¿Por qué entonces habría que legislar a su favor?, ¿Por qué crear contradictoria figura jurídica para proteger una unión que no cumple funciones sociales relevantes, y en la que los contrayentes no tienen ningún deber?
Cuando se revisan las estadísticas de matrimonios celebrados entre personas del mismo sexo, se comprueba que las cifras son muy bajas y no reflejan esa supuesta necesidad por formalizar sus uniones, porque entre otras obligaciones, les exige fidelidad. Aquí se intenta crear un híbrido, equiparable al matrimonio, pero sin asumir las obligaciones de una unión estable.
“Lo queremos todo” fue el lema impulsado por el colectivo gay en Roma para obtener el reconocimiento del “matrimonio gay”; y aquí, aunque solapado, el reclamo suena muy similar.
*Instituto de Ciencias para la Familia Universidad de Piura
Nota publicada en eltiempo.pe