La lógica indica que un diálogo entre el gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática ("MUD") sin el cumplimiento previo de ciertas condiciones será un fracaso. Sin embargo, el único camino posible para la resolución de la crisis en Venezuela es el diálogo y nos guste o no, luego de dos meses de protestas, la oposición no ha actuado con la suficiente organización y efectividad para lograr que el gobierno cumpla ciertos requisitos con anterioridad al inicio de las conversaciones.
El cumplimiento de esas condiciones previas fundamentales hubiese permitido redimir al menos mínimamente la confianza en un régimen que se ha dedicado a mentirle a los venezolanos de manera descarada. Después de todo, estamos ante un gobierno cuyo Presidente anunció en su primera "Memoria y Cuenta" que el tipo de cambio oficial permanecería en Bs. 6,30 por dólar a lo largo de 2014 y recientemente no tuvo problema en admitir que "dormía como un bebé" a pesar de que en Venezuela hubo más de 24.000 muertes violentas en el año 2013.
Dicho eso, resulta obvio que ambas partes no llegan en una situación de mutua cordialidad sino todo lo contrario. Por ello, la confianza que pueda tenerse en esa tercera parte que participará (Unasur y el Vaticano) será vital para la consecución de acuerdos en beneficio de todo el país.
Los Cancilleres de Brasil, Colombia y Ecuador tienen el problema de que son representantes de Estados que tienen un interés político y económico sobre Venezuela. Por ejemplo, Brasil necesita que en el país haya estabilidad para que sus compañías puedan seguir ejecutando proyectos de gran envergadura y exportando alimentos a nuestro país, recibiendo cuantiosas sumas de dinero. Durante los últimos 10 años, las exportaciones brasileñas a Venezuela se dispararon un 533%, convirtiéndonos en el segundo mercado latinoamericano de Brasil después de Argentina. Por su parte, Ecuador busca proteger la alianza ideológica con el gobierno de Maduro, el cual está dispuesto a invertir una suma considerable de dinero y retórica barata en campañas contra el gobierno norteamericano y la petrolera Chevron.
Teniendo ello en cuenta, cobra especial importancia la presencia y participación del Vaticano, que si bien es un Estado, no tiene intereses tan marcados desde el punto de vista político y económico pues su misión principal es predicar la religión católica en el mundo. Por ende, la presencia del representante de la Santa Sede (idealmente de su Secretario de Estado, cargo equivalente al de Canciller) puede otorgarle una mayor independencia a esa tercera parte que debe estar presente vista la situación de desconfianza entre las partes.
No obstante, teniendo en cuenta que la participación del Vaticano deberá convivir con la de los Cancilleres de Unasur, surgen varias preguntas: ¿Cómo será esa relación entre los grupos que facilitarán el diálogo? ¿Podrá el Vaticano hacer propuestas y participar activamente en el diálogo?
Por lo pronto, es revelador que mientras el gobierno ha reconocido la capacidad de Unasur para aportar ideas y propiciar un diálogo "amplio" en Venezuela, la invitación de la Cancillería al Vaticano hace énfasis en que la Santa Sede debe servir como "testigo de buena fe". Ello pareciera sugerir una diferencia preocupante, que no es otra que el Vaticano únicamente estaría autorizado a oír a las partes, pero sin tener mayor margen de maniobra al dar su opinión cuando así sea solicitada. Por su parte, los Cancilleres de Unasur asumirían un rol un poco más activo, teniendo la posibilidad de hacer propuestas concretas en busca de una solución y determinar cuándo una situación o propuesta está en el marco de la Constitución.
De concretarse esa diferencia de roles, ello sería alarmante pues vista la situación actual, es sumamente dudoso que se llegará a acuerdos efectivos para solventar la crisis. Si en verdad hay voluntad para cambiar el status quo, lo más probable es que al final se acuerde una mediación formal, en donde un tercero (sin intereses políticos o económicos en Venezuela) participe activamente proponiendo soluciones y no simplemente funja como un puente de comunicación entre partes con visiones diametralmente opuestas.
Por ello, es esencial que desde ya la MUD exija que el Vaticano asuma un papel preponderante en las conversaciones, teniendo en cuenta que si éstas no avanzan, la única salida podría ser acordar una mediación en donde el tercero asuma un rol más dinámico para acercar posiciones y tratar de resolver en alguna medida la crisis. La gran experiencia diplomática de la Santa Sede y su autoridad moral en el mundo podrían terminar siendo la única vía para lograr no sólo la paz sino también el establecimiento de una democracia en Venezuela.
Nota publicada en eluniversal.com