Se veía venir

Pese a que ya no hay día en que no tengamos algún suceso vinculado a la inseguridad y a la violencia, tal vez lo que más duele es saber que en ellas, alcanzando niveles de impresionante crueldad, se encuentran ya varios adolescentes, estudiantes casi niños.

No sólo sabemos de los atentados de un pobre muchacho que arremete contra otros en un colegio de Pennsylvania, sino que aquí tenemos una presunta asesina de su propia madre. Y no son pocos otros casos en varios lugares del mundo.

El más reciente caso de violencia entre adolescentes está referido a un jovencito de 17 años que extorsionaba por facebook a otros menores. Sólo que esta vez el muchacho ha señalado que “aprendió a extorsionar viendo películas”.

No es nueva ni reciente la presunción de que la violencia audiovisual aumenta la posibilidad de conducta agresiva en un contexto tanto próximo como lejano. Y es que no podía ser posible que el consumo elevado de televisión, cine, videojuegos y aún música con fuerte carga de violencia, no generara algún efecto en sus usuarios. Algo “enseñan”.

Ciertamente no es un asunto que se resuelva “prohibiendo”. Tanto sicólogos como comunicadores deberán opinar más y nosotros debiéramos escucharlos. Aunque a algunos les pueda parecer aburrido (claro, el raiting) necesitamos que alguien promueva la reflexión sobre este asunto. No es suficiente el argumento, dirigido casi siempre a los padres de familia, de que es su responsabilidad exclusiva vigilar lo que consumen sus hijos. Es así pero no basta. Entendamos que en esto hay un caso de “responsabilidad social empresarial” que no se debe eludir.