El mundo da vueltas

Para los peruanos que nacimos en la segunda mitad del siglo XX y transitamos los inicios del XXI, muchos acontecimientos mundiales y nacionales nos hacen parte de una generación sorprendida. Por ejemplo, testimoniar la llegada del hombre a la luna. O abrir los ojos signados por un orden político bipolar y luego ser testigos del desmoronamiento de uno de sus extremos, el comunismo. O estar encima de la ola de la revolución tecnológica que nos otorga ciudadanía global. O aplaudir el acceso del primer presidente de raza negra a la Casa Blanca. O ver a cinco mandatarios locales sucesivos proteger el mismo modelo económico durante 24 años.

Los cambios son tan vertiginosos que pocas veces reflexionamos sobre los pequeños pasos del hombre y que son a su vez los grandes saltos de la humanidad, parafraseando a Neil Amstrong. Esta semana vimos uno de esos cuando recibimos la buena nueva que Estados Unidos estudia eliminar la exigencia de una visa a nuestros compatriotas hasta por el lapso de 90 días de permanencia en el territorio del gigante norteamericano.

¿Era imaginable esto hace apenas 15 años? De ninguna manera. Como tampoco lo era ver a España avalando lo mismo ante la Unión Europea para que esta porción de sudacas ingrese libremente a sus fueros. Y tampoco imaginábamos que la crisis del viejo continente nos haría convivir en Lima y otras ciudades con un incalculable número de españoles, ávidos de repetir las glorias rentistas del medioevo.

También esta semana, Benoit Faucon de The Wall Street Journal destacó el cambio de actitud de países que son grandes productores de petróleo y conocidos como nacionalistas a ultranza para defender este recurso energético, los cuales hoy ofrecen a las petroleras internacionales de occidente oportunidades de invertir juntos en la explotación del hidrocarburo. Según Faucon, razones de impacto en el crecimiento económico (México) o políticos (Irán, Libia y Argelia) por la enorme dependencia petrolera de los programas sociales, explican esa nueva actitud.

Y aunque en estos días casi todos pongamos cara de preocupación por las osadías de Rusia sobre Ucrania y su alineamiento inmediato con China Popular a través de un largamente esperado contrato de suministro de gas –en un clima de tensiones entre Beijing y Washington por mutuas acusaciones de espionaje– y pensemos que el escenario de la Guerra Fría entra a su etapa de “ricorsi”, el libro “El fin del poder” del venezolano Moisés Naim (cuya tesis central es que el imperio de los liderazgos clásicos se ha fragmentado y los “micropoderes” pueden hoy derribar gobiernos, empresas, ejércitos) advierte derroteros distintos a tales bravuconadas.

Suele decirse que el mundo da vueltas para referirnos a las paradojas de la vida cotidiana. Pero algunos jamás vislumbramos que giraría tan rápido como lo hace hoy.