¿Se extinguen los libros?

Grover Pango, autor de estas líneas

El último fin de semana se ha inaugurado la 73º Feria del Libro de Madrid. No es tan fácil alcanzar ese número, que aún fuera mayor si de por medio no hubieran estado la guerra civil española y la segunda guerra mundial. Madrid está muy lejos pero hay algunos asuntos que a propósito de ella pudiéramos recoger.

El primero corresponde a una anécdota que nos da un cierto “toque de identidad”: la primera visitante “cazadora de autógrafos” de la feria fue la peruana Andrea Brigneti, estudiante de ingeniería industrial, para recabar la firma de Neil Gaiman, exitoso y prolífico novelista británico.

Lo que nada tiene de anecdótico es la crisis económica europea y su impacto sobre la actividad editorial, cuya cautela ha llegado a los detalles mínimos previniendo el temor de una posible disminución en las ventas. Esto último viene aparejado con la amenaza que sufre el libro como compañero de ilusiones y deleites, enfrentado a la “vorágine tecnológica y pseudo cultural en la que vivimos”. Claro, para el ocio y el entretenimiento hay otras formas de distraerse, en las que solo hace falta ver y no pensar.

A la feria madrileña no le tocará abordar el destino real de la literatura de “papel y tinta”. El debate entre el libro impreso y el electrónico no es tampoco el centro de atención en otros lares. Los paradigmas que se estremecen (para cambiar) son básicamente dos: el rol de los editores en un mundo donde es cada vez más factible la AUTOEDICIÓN y de otro lado una suerte de INTERCAMBIO ENTRE EL AUTOR Y EL LECTOR. Algo así como una narración al gusto del cliente. ¿Será?