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Lunes 09 de junio 2014

El valor de la cultura pre-hispánica y colonial

Por: Francisco Chappa
El valor de la cultura pre-hispánica y colonial
Foto: Difusión


Francisco Chappa, autor de estas líneas

Los relatos, dramas prehispánicos y el teatro quechua-colonial aún conservan un espacio en los disímiles calendarios religiosos y festivos de nuestros andes, en las ciudades costeñas han tenido poca difusión a pesar de esporádicos intentos aislados desde mediados del siglo pasado; nuestras juventudes producto de la migración y las nuevas tecnológicas comunicacionales, evidencian una creciente ignorancia y ligera filiación con esta cultura originaria del Imperio Inca y su mescla con el arte colonial español. Desde el Estado republicano los esfuerzos por difundir la cultura andina han sido pocos, la oligarquía y la aristocracia siempre fueron distantes y excluyentes con lo andino y las elites políticas casi siempre las usaron electoreramente.

En el Pirú o Viru prehispánicos, los Incas avanzaron por el camino del gran estado esclavista- agricultor, (el yanaconaje fue instituido por Túpac Inca Yupanqui) tenían una conducta basada en la solidaridad y la ritualizacion del trabajo compartido (minka),su mitología e historias fueron perpetuadas en la literatura quechua colonial, que al trasladarse desde la colonia al presente se han refrescado y modificado según las versiones encontradas en los cuadernos de los “ensayadores”, guardianes de nuestra cultura prehispánica y colonial.

El mestizo Inca Garcilaso de la Vega en 1609, en sus Comentarios Reales de los Incas trasladara estas vivencias y cosmología, registrando las bases de integración de estos mundos, los intelectuales de la “sociedad Amantes del País” al publicar en las páginas del “Mercurio Peruano” en 1793 un inusual interés por el folklore, disminuirían su resistencia oligárquica a identificarse y valorar esta mescla cultural; la primera intención musical de mestizaje serán los yaravíes de Mariano Melgar en 1812 (Riva Agüero los consideraba “un caso curioso” en nuestra literatura). Gonzales Prada será el primero en estudiar el gran problema peruano, su fractura medular y en definir a los indios en una clase social y no solo como una razaarqueológica sin cultura con dramas prehispánicos muertos y superados como creían los novecentistas Riva Agüero y los García Calderón.

La cultura andina probablemente tuvo dos frustraciones en nuestra historia: la primera cuando después del levantamiento y ejecución de Túpac Amaru en 1781, los españoles ahogan y liquidan la republica india que continuara su existencia como grupo derrotado y tributario al rey colonial, y una segunda con la independencia del Perú en 1821 donde son excluidos de la nueva república de criollos que les otorgo todos sus derechos legales pero a costa de perder la mitad de todas sus tierras en el ande.Esta pérdida sin sustitución, la humillación, la privación de la libertad cultural, provoco en las décadas siguientes una aparente inanidad y defensa pasiva, que sería nuevamente analizada por Haya de la Torre, J.C. Mariátegui y Víctor A. Belaunde entre otros en el debate sobre la “peruanidad” de inicios del siglo pasado.

Las migraciones desde la mitad del XX y las reformas fracasadas de Velasco rompieron las estructuras sociales de ese siglo oligárquico, las ciudades costeñas cambiaron su urbanismo y modos de convivir socialmente, con nuevos gustos culturales y artísticos que hoy se masificaron en radio, TV, espectáculos públicos; en este contexto de nuevo arte serigrafico, emporios comerciales y modas, cumbias y huaynos cosmopolitas exitosos empresarialmente, es necesario revalorar esas piezas literarias de los dramas prehispánicos y hacerlos igualmente exitosos para una mejor lectura de nuestro pasado originario.

Los dramas prehispánicos de la literatura quechua colonial,se expresa en cuatro obras dramáticas que por su calidad literaria son las más representativas de la época, “El Ollantay”, “El Pobre más Rico” o “Yauri Tito Ynca”, “El Hijo Prodigo” y el “UskaPaukar”, escritos por indios y mestizos. Existen también otras piezas dramáticas cristiano-quechuas mayormente de los siglos XVII y XVIII, las cuales se escenificaban a manera de autos sacramentales en plazas públicas o atrios de los templos, las primeras referencias se deben a don Nicolás Martínez Arnanz y Vela quien en su historia de La “Villa Imperial de Potosí” de 1555 da la descripción y argumento de cuatro piezas: “El Origen del Imperio Inca”, “Campañas de Conquista de Huayna Capac”, “Coronación de Huascar y la Sublevación de Atahualpa” y la última “Prisión y Muerte de Atahualpa y Ruina del Imperio de los Incas”.

Muy posteriormente, José Dionicio Anchorena en su Gramática Quechua de 1874, agregaría “Uscapaucar”, “La muerte de Atahualpa”, “Tito Cusi Yupanqui”, al introducir la traducción francesa del “Ollantay” Gabino Pacheco Zegarra acotaría que en la sacristía de la iglesia de Ayaviri encontraría un nuevo drama que era desconocido “Huáscar Inca”; en el siglo pasado el escritor boliviano Jesús Lara en 1947, agregaría a los dramas ya mencionados “Wachasi” y “Anaywasa”. Hay también una versión de un drama en verso “Los Ingas” representada en el atrio de la iglesia durante la fiesta de la Virgen del Rosarioen el distrito de Chillia-Pataz-La Libertad, la versión es copia fiel de un cuaderno existente de 1890; también se ha encontrado en el pueblo de La Soledad-Pacoy-Pataz en 1969 un poema dramático en son de protesta “los Incaicos” en la festividad de la virgen de la Puerta con idéntica semejanza a un cancionero popular aludido en celebración de la virgen de los Dolores de Cajamarca.

Existen diferentes versiones de un mismo drama, por ejemplo hay una versión nativa llamada “La Versión de los Vencidos” según la cual a Atahualpa Inca le cortaron la cabeza, plasmada en un dibujo y texto de Huamán Poma de Ayala, cronista indio más representativo del siglo XVII, existe también un cuadro: “Degollación de Dn. Juan de Atahualpa en Cajamarca”, de autor indio desconocido (Museo de Arqueología de la Universidad del Cusco) que fuera descrito por primera vez por Luis E. Valcarcel en 1933; esta versión de Atahualpa degollado aparece también nítidamente conservada en una vieja tradición cajamarquina bajo el nombre de “El Ara del Sacrificio”, preservado por Amalia Puga de Lozada desde 1901. Así mismo hay tres versiones coloniales de esta muerte por degollación : la primera y más antigua la trasmite Martínez Arnaz en 1555 bajo el nombre de “Ruina del Imperio Ingal”, no se sabe si el lenguaje de los diálogos fue quechua o aimara, la segunda versión es la boliviana recogida por Mario Unzueta y reproducida por Jesús Lara, la última versión bilingüe en prosa y verso ancashino fue presentada por Teodoro Meneses al Primer Congreso Peruanista de 1951, quien señala fue escrita con intención satírica y acentrada emoción indigenista (ubicada en época de rebeldía del siglo XVIII, en tiempos recientes el cajamarquino Daniel Centurión Cueva en 1960 presentara una diferente versión de la muerte de Atahualpa, el cual es asesinado por Diego de Almagro de manera inesperada y sin frío calculo en su celda; así también Don Lucio Tarazona natural de Huari- Ancash posee un cuaderno recibido de otro “ensayador” de 1933 el cual copia de otro “cuaderno” de 1860 un drama quechua- castellano “Prendimiento y degollación del Inca” presentado en Llamellin-Ancash en1895 en la fiesta de la Inmaculada Concepción.

La literatura, los dramas prehispánicos y coloniales, su temática y autenticidad telúrica son invalorables piezas de nuestra cultura nacional, las cuales merecen ser auspiciadas y promovidas desde el Ministerio de Cultura y demás instituciones o instancias culturales en favor de una juventud ganada por la velocidad de la información y la pérdida del sentido de nación y pertenencia. Si es evidente que la “peruanidad” está dejando de ser ya un problema en estas últimas décadas de renacer económico, esta visión correcta de desarrollo debe ser reforzada con una educación, cultura y legitimidad homogénea para más peruanos.

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