Grover Pango, autor de estas líneas
Más que una mera noticia, lo que ocurre en Yura, Arequipa, respecto de la utilización de un área de más de 15 mil metros cuadrados para la edificación de un “Ecoparque” con más de una docena de dinosaurios en tamaño real, piletas artificiales, plazoletas, juegos recreativos y áreas verdes, es un asunto frecuente en la gestión pública de nuestro país.
Desde fuera no es serio ni respetuoso tomar partido. Pero el caso puede servir para comparar con situaciones análogas y reflexionar sobre lo complicado que es tomar decisiones que logran aceptación mayoritaria.
Parece tratarse de algo más que un dilema: que sea un parque, un terminal terrestre o un hospital. Por ahí se entrecruzan las solicitudes de un colegio y la omnipresente necesidad de campos deportivos. Como casi siempre, ponerse de acuerdo no es una habilidad peruana y la acción de las autoridades es con frecuencia cuestionable. Y detrás, frotándose las manos, los infaltables negociadores de terrenos, de ordinario duchos en la corrupción y en el desorden urbano.
Parece estar claro que es un espacio reservado para una obra pública; no para privatizar o individualizar. Por tanto lo deseable es tomar decisiones –en este caso y en muchos otros- pensando en lo que será necesario dentro de 30 ó 50 años; no ahora. Las prioridades mejor definidas son aquellas que se deciden hoy para que surtan efecto un buen tiempo más adelante.
Preguntas como: qué necesitaremos más en el futuro; qué nos será útil para nuestra calidad de vida; para qué uso sería insustituible un terreno como éste; con qué otros espacios podríamos atender algunas de las necesidades actuales, podrían ayudar.