No es lo mismo un líder empresarial que un líder social. La lógica que moviliza estos roles se puede parecer mucho, pero no es la misma.
Los procedimientos de planificación pueden ser similares y –hay que reconocerlo- el mundo empresarial le ha proporcionado al ámbito social no sólo instrumentos, sino que le ha ayudado a elaborar con mayor claridad sus objetivos y precisar sus metas, en virtud de los cuales los resultados y la evaluación suelen ser más categóricos y necesarios.
Ser un buen empresario no garantiza que ha de ser un buen político, por ejemplo. Y viceversa. La cuantificación de los logros que una empresa particular pretenda alcanzar suelen medirse de una manera distinta. Y desde el otro lado, la gestión social no mide su éxito por el número de “clientes” ni por las ganancias al fin del ejercicio, sino por indicadores relacionados con el bienestar o el bien común.
Mucho ayuda conocer el claro beneficio cuando se trata de la gestión social. Saber concretar es un atributo que se practica muy poco en nuestra formación como personas. Pero concretar avances en el terreno social –en donde la política tiene un lugar indiscutible, aunque disguste- exige aún más.
Por esto es tan importante atender, escuchar y reclamar propuestas serias, especialmente ahora que se viene la fiebre de las promesas por las elecciones. Mejor desconfiar de quien promete mucho; peor si dice que todo es malo y que con él comienza el paraíso. Ojalá exista quien sepa anunciar primero lo que habrá de continuar, lo que no podrá hacer y también las 4 ó 5 cosas que sí hará. Ojalá que las cumpla y nos daremos por bien servidos.