[Discurso Presidencial] Cara y sello, discurso y realidad

Política ficción con muchas promesas y cifras imaginativas. Un discurso sin aterrizar que el ciudadano común no ha sentido arraigado en la realidad, especialmente en los rubros de seguridad y salud. Para Palacio no existen las protestas sociales y menos aún las huelgas, habló de la reforma de la salud a sabiendas que los médicos del MINSA están hace más de dos meses en huelga sin que nadie en el gobierno se dignen recibirlos. Cara y sello, discurso y realidad.

Jugar con la credibilidad. Si damos fe a lo que hemos escuchado estamos en el mejor país del mundo, con el mejor gobernante y las más altas inversiones públicas, en plena bonanza fiscal, casi en un Estado de Bienestar a la europea. Pero no es cierto. Con gran esfuerzo de relativización el presidente Humala no siente que puede estar pasando a la historia como el responsable del fin del llamado "milagro peruano", no se ha dado cuenta que estamos creciendo a menos de la mitad que hace algunos años. Habla locuazmente de inclusión, de modernización, de tecnología pero no hay mucho de nuevo ni de creíble para la percepción ciudadana.

Si el objetivo era que su discurso generara confianza en los inversionistas y que aumentara la aprobación del gobierno que va en declive, esto no se ha cumplido. El mensaje concebido por los asesores palaciegos no aterrizó y tampoco sintonizó con la esperanza de los peruanos. Lo primero tendría que ser apostar por las instituciones, poner orden en su familia y en su partido que parecen tener los mismos espacios, apostar por la concertación y no por la confrontación permanente. No tuvo problemas en pedir democratización a los partidos políticos cuando en el suyo tiene serias fisuras por exceso de verticalidad y poder fáctico.

Pidió diálogo y acción del Acuerdo Nacional que hace tiempo viene quedando en la irrelevancia. Cuando la imposición viene siendo una regla, sin muchos modales democráticos que ya han debilitado la gobernabilidad del Congreso y podrían fragilizar la estabilidad de la democracia, más allá, por supuesto, de la que exhibe la pareja presidencial.