Las franquicias de la política peruana

Dos procesos electorales están en marcha, uno de cortísimo plazo, el regional y municipal de octubre próximo y otro de mediano plazo, el presidencial y legislativo del 2016; suficientes para comprobar la involución de la política peruana.

Partidos nacionales que no participarán en los comicios de este año, el fundado temor al ridículo de un resultado desastroso los hace abstenerse, la excepción es la de Fuerza Popular, liderado por Keiko Fujimori. Partidos y movimientos regionales sin organización que solo se crean para participar. Sucursales locales de organismos internacionales, que se atribuyen el privilegio de ser los promotores de los compromisos éticos de los participantes y encuestadoras cuya credibilidad está en tela de juicio. Este es el enrarecido panorama de la política nacional. Institucionalidad precaria o inexistente, solo tenemos franquicias con el mismo concepto aplicado en las sociedades mercantiles.

El valor de las franquicias de los partidos y movimientos políticos es su inscripción que les garantiza que pueden ir a la contienda. No tienen cuadros técnicos propios y su opinión a favor o en contra de las decisiones gubernamentales se hace sin ninguna rigurosidad, solo la frase altisonante, por eso cada día son más prolíficos en el “twitter”, los 143 caracteres de rigor les sobran ante la orfandad de conocimientos.

Los que se atribuyen la propiedad de la ética, tienen en su franquicia el valor de dar una especie de certificación ISO para no ser blanco del ataque periodístico en los medio de comunicación. Es intrascendente según su punto de vista que la alcaldesa Susana Villarán mintiese respecto a sus aspiraciones electorales o que se alíe con Perú Posible, donde el cuestionamiento a su líder Alejandro Toledo, por su vocación inmobiliaria, no ha sido respondido. Si esto lo hubieran hecho apristas o fujimoristas, se les habría endilgado los máximos calificativos cuestionadores.

En el caso de las encuestadoras, estamos acostumbrados a que jueguen a libre discreción con el “no sabe no opina” para justificar resultados que ellos no han pronosticado.

Es evidente que necesitamos refundar la política peruana porque así no habrá crecimiento ni desarrollo sostenible, por más que nos digan lo contrario.