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Miércoles 20 de agosto 2014

Regreso a las formas

Por: César Campos R.
Regreso a las formas
Foto: Difusión

Sin duda, uno de los acontecimientos políticos más trascendentes de la semana - antes que el congresista fujimorista Juan José Díaz Dios estrenara patines hacia el ridículo con la inconsistente revelación de supuestos correos entre la premier Ana Jara y su antecesor René Cornejo - fueron las profundas reflexiones del extitular del Legislativo Daniel Abugattás sobre la tendencia histórica de ciertos parlamentarios del oficialismo a dejar sus partidos de origen al cuarto año de gobierno para enrolarse en una nueva divisa electoral. Con la agudeza retórica que lo caracteriza y convencido de decirle al pan, pan y al vino, vino, Abugattas aludió a las ratas que abandonan el barco.

La frase ganó inmediatamente detractores pero también adeptos. Fue evaluada en un principio sólo como la implicancia que tendría sobre los esfuerzos concertadores de Jara a fin de obtener el voto mayoritario de investidura en su presentación ante el Congreso el próximo 20 de agosto. Se le consideró desafortunada y provocadora, sobre todo para la más flamante disidencia humalista agrupada en la bancada Dignidad y Democracia.

Sin embargo, hubo después quienes repararon en su mutilada y mal expresada connotación ya que la metáfora correcta es la de las ratas abandonando el barco cuando éste se hunde. Es decir, el subconsciente abugattasiano había ocultado en el desván de sus neuronas la seguridad que la nave del nacionalismo está a pique sin remedio y ello motiva el desbande de los roedores. Mencionaba la consecuencia pero no la razón primaria: el hundimiento del barco.

Bajo una u otra perspectiva, la frase fue objeto de una prolongada controversia y de un majadero acoso a Abugattás para que la retire o se disculpe con sus excolegas de Dignidad y Democracia. Se perdió el fondo del reclamo, lo esencial de la objeción a la misma que es mirar las raíces expansivas de este estilo en el lenguaje de ciertos políticos y que se inclina a convertirse en regla y no excepción.

En efecto, lo repudiable de Ollanta Humala y sus seguidores que pretextan no ser políticos tradicionales y hablar claro, es haber envilecido con adjetivos, ajos y cebollas, el debate de los temas públicos. Lo inició el mismo Abugattás el año 2006 (y pocos lo recuerdan) llamando hija de puta a la primera dama de entonces, la señora Eliane Karp, en declaraciones a un medio escrito. Lo siguió Humala en el gobierno siguiente calificando primero al presidente Alan García de cobarde y luego de cabrón. A fin de no extraviar el tándem, Abugattás les ha dedicado a García y otros adversarios insultos al por mayor sin que no haya más respuesta en la otra orilla que las referencias a su estado psiquiátrico.

Pero discutir con agravios y dejar impunes a sus máximos exponentes, está dañando la democracia. De la violencia verbal a la física, hay un paso. Abugattás y compañía se rifan la posibilidad de un puño bien dirigido a su barbado marco labial o su prominente nariz arábiga. Y eso no conducirá a nada bueno.

Exijamos cuanto antes el retorno a las formas en la política. Bien decía Mahatma Ghandi: ojo por ojo, y el mundo acabará ciego. Hoy podemos decir que insulto por insulto, sólo acarreará que los peruanos se entiendan a gritos, trompones y puntapiés. No caigamos en eso.

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