La política no será lo que fue. El país de hoy es distinto a tiempos de los años 80 o antes, cuando la política estaba liderada por políticos profesionales (formados y dedicados para el poder). Líderes con formación académica; empresarios con formación política o sindicalista autodidactas; de ellos esperabas propuestas, definiciones, conceptos, movilizaciones. Generalmente tenían vidas austeras, sean de izquierda, centro o derecha. Marcaban la pauta institucional y el debate de ideas.
Esa época no volverá. Muchas revoluciones y cambios en el país y el mundo siguen transformando la política y a las relaciones de poder. Moisés Naim en ‘El Fin del Poder’ nos habla del poder “grande” que se diluye, degrada, dispersa, por tres revoluciones simultáneas: la de la “abundancia”, la de la “movilidad” y la de la “mentalidad”. El Perú ese cambio ha sido más radical. La política está invadida por antipolíticos que verbalizan, movilizan, prometen y arguyen que no son políticos.
Son “independientes” que no crean instituciones, ni enarbolan propuestas en función de visiones nacionales. Resultado: “come pollos” y “roba cables”; congresistas acusados de proxenetas; candidatos sentenciados y, otros sin pagar pensiones alimentarias; presidentes de región o alcaldes (“independientes”) privatizando (para ellos) los recursos de todos; el festín de las obras por las obras (con comisiones escalonadas); narcotráfico acechando los liderazgos locales; los mismos candidatos con logo o marca distintos en cada elección y unas elecciones municipales aburridas que (con excepciones del esfuerzo loable y juvenil de los partidos más institucionalizados) es una mezcla de frases inocuas, lemas pseudo-marketeros, caras con fotoshop y dinero a borbotones.
¿Qué pasó en el Perú? Mucho: desde la informalidad o las secuelas de la violencia, pasando por responsabilidades propia de los partidos. Pero lo principal tal vez fue la no-voluntad política de quienes en su momento debieron construir, reforzar o relanzar partidos. Haya, Belaunde, Cornejo Chávez fueron los últimos liderazgos con voluntad de construir partidos. Mario Vargas Llosa (y sus “jóvenes turcos”) no tuvieron voluntad para construir un liberalismo desde el Movimiento Libertad; los intelectuales (todos unidos) de izquierda no soportaban a Barrantes y dilapidaron la IU (y hoy muchos pontifican que no hay partidos); Pérez de Cuéllar creó UPP, que se perdió por algún lugar.
La no-voluntad política de muchos intelectuales, líderes, personalidades y hoy opinólogos para construir partidos a tiempo completo y con todos sus costos, explica el porqué casi no tenemos partidos y sí una política sin políticos en serio.
Publicado en Exitosa Diario, 20 de agosto del 2014