[Gustavo Cerati] Siempre es hoy

El detalle era este: los mirabas, los escuchabas, y te sentías bien. No te incomodaba su apariencia de chicos de Londres que cantaban en español. En su debut hace 30 años, Soda Stereo era increíblemente moderno, efervescente, y su líder Gustavo Cerati, tenía las antenas más sensibles que el resto. Su único compromiso radicaba en la estética, en el efecto, y en leer y traducir antes que todos, cuanto estaba por venir en la música popular enraizada en el rock.

La estrella argentina no cargó de significados su obra, sino de sensaciones e inmediatez. Talentoso urdiendo melodías, hábil con la voz, la guitarra y los efectos, escribió himnos que hablaban de no sentir nada. Hizo clic con una generación que percibía lo mismo, la de los 80, la del video y la guerra nuclear en los noticiarios, en las películas, y en las canciones. Para esa juventud que solo quería pasarla y lucir bien, Cerati componía la banda sonora. Y era perfecta. Bailable, coreable, sofisticada. En la siguiente década se adelantó al recuperar el protagonismo de la guitarra en un álbum como Canción animal (1990), y montando una muralla de sonido y distorsión en la obra cumbre de Soda, Dynamo (1992).

Cerati nunca escribió el futuro, pero nos lo presentó unas cuantas veces bajo sus propios envoltorios. A través suyo Latinoamérica escuchó a The Cure, a Echo & the bunnymen y U2 en discos como “Nada personal” (1985) y “Signos” (1986).

Su carrera fue electrizante, con pocos altibajos y una impronta de romántica arrogancia que no pedía permiso. Como artista siempre estuvo al día, nunca atrás. “Siempre es hoy”, su tercer álbum solista, encierra un título que lo describe pleno. Gustavo Cerati no se detuvo, no miró el tiempo pasar. Se apropió de cada periodo musical y artístico, y lo devolvió al público con una impronta única, de la mejor manera posible.

(*) Del blog SON HERMOSOS RUIDOS de Marcelo Contreras, periodista, crítico musical