El estadounidense Steven Sotloff se convirtió en el segundo periodista asesinado por el grupo yihadista Estado Islámico en Medio Oriente en las últimas dos semanas. El Pentágono confirmó ayer la veracidad del video que muestra al reportero junto a su verdugo antes de ser decapitado en medio del desierto. La escena reproduce casi en forma exacta la secuencia dada a conocer el 19 de agosto pasado y que mostró el asesinato de otro reportero norteamericano, James Foley, quien llevaba casi dos años desaparecido en la zona.
Las ejecuciones revelan el nivel de violencia y radicalización a la que está dispuesto a llegar el Estado Islámico para alcanzar sus objetivos e instaurar un califato en toda la región. Además, recuerdan una práctica que hizo habitual Abu Musab al Zarkawi, el ex líder de Al Qaeda en Irak a comienzos de la década pasada. En ese entonces más de nueve extranjeros fueron decapitados ante las cámaras, lo que confirmaría las versiones sobre vínculos entre los seguidores de Al Zarkawi -quien fue abatido por las fuerzas de EE.UU. en Irak en 2006- y los creadores del Estado Islámico. También recuerda el caso del periodista del Wall Street Journal, Daniel Pearl, quien fue secuestrado y asesinado por Al Qaeda en Pakistán en 2002, pocos meses después de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono en Estados Unidos.
Steven Sotloff y James Foley están lejos de ser los únicos destinatarios de la violencia del Estado Islámico en Medio Oriente. Actualmente hay varios representantes de organizaciones humanitarias y gubernamentales desaparecidos en la zona. Pero es un hecho que los periodistas se han convertido en destinatarios directos de la violencia del EI y en una suerte de símbolos del odio del yihadismo hacia Occidente. Sus asesinatos buscan ser un vehículo propagandístico y de extorsión con el cual amedrentar a los gobiernos y organizaciones occidentales, hechos sobre los cuales los gobiernos no pueden permanecer impasibles.