Campaña, guerra sucia y decencia

Desde que terminó la inscripción de candidatos a la alcaldía de Lima se supone que empezaba la campaña electoral. Esto no sucedió así debido a la frialdad con que tomaban los limeños la campaña, los avatares diarios, los escándalos políticos, si bien al mismo tiempo muchos candidatos daban a conocer sus propuestas, que muchas pasaron inadvertidas.

Recién, en los últimos días, se está calentando la campaña porque también los medios de comunicación están mostrando interés. Algunos candidatos están proponiendo soluciones audaces a una Lima que las necesita a gritos. Y, por el lado negativo, la guerra sucia que han empezado algunas candidaturas banales para tratar de derribarse a otras que están en ascenso.

Bien señalamos en su oportunidad que un pacto ético, sin éticos, no tenía futuro. Se han comenzado a manchar honras, a dudar de personas honorables, en las redes sociales con tinte político inconfundible. Hasta apareció un ataque de un falso Anonymous, de un español especialista en guerra sucia, que lo trajeron a Lima. ¿Y la ONG Transparencia? ¿Y el Jurado Nacional de Elecciones? Brillan por su ausencia o no se dan por enterados.

De acuerdo a las encuestas, Luis Castañeda se encuentra en franca caída pues la ciudadanía necesita propuestas y no mudez. Villarán está entre estancada y desmoronada, porque la ciudadanía se ha dado cuenta no solo que es el voto perdido que no le puede ganar al chiclayano, sino por sus graves errores en la conducción de una ciudad, que en lugar de avanzar, ha retrocedido. Su mala gerencia hace que las protestas se acrecienten.

En franco ascenso, en cambio, se encuentra la candidatura de Salvador Heresi, quien ha conectado con la población con un cambio de estrategia fundamental para que lo conozcan a él, en lo personal, y, mejor aún, sus propuestas. El segundo lugar que ya ocupa en las encuestas ha desesperado a sus contendores, en algunos casos hasta la paranoia.

Los adversarios en esta lid electoral deben mostrar a la población sus propuestas y que ésta escoja sus preferencias libre y democráticamente y destierren la guerra sucia.

¿Por qué no intentar educar a la población, en lugar de enseñarle malas artes? ¿Por qué no predicar con el ejemplo y hacer docencia, a comportarse democráticamente, a discutir con altura, a que la amistad esté por encima de una contienda electoral?

El señorío es algo que no debe perderse.