Definitivamente Luis Miguel Castilla se marcha como un ministro incapaz, que no supo lidiar con la crisis del actual modelo económico. Más allá de los motivos inmediatos, entre los que suena y fuerte el tema del aporte de los independientes a las AFP, por el que habría seguido abogando hasta el final, la salida de Castilla es un síntoma del deterioro del modelo económico. Desde Otra Mirada fuimos conscientes de las limitaciones ideológicas y no le reclamamos que cambiara el modelo y abandonara el neoliberalismo, pero sí, en múltiples oportunidades pedimos medidas anticíclicas, que pudieran reactivar la producción y el empleo, pero nada. Lo que hemos tenido han sido sucesivos paquetes para destruir derechos laborales y reglamentos ambientales, así como una guerra a los trámites que teóricamente serían las trabas para un mayor flujo de inversión privada en el país. Castilla, como casi todos los ministros de economía desde 1990, ha sido un funcionario ligado a las organizaciones financieras internacionales, en su caso a la Corporación Andina de Fomento (CAF). Todas ellas tributarias del mismo enfoque neoliberal, que privilegia el actual modelo primario exportador, para beneficio de un puñado de empresas principalmente extranjeras y la negligencia de las necesidades de los peruanos.
Esta miopía ha llevado a un retroceso del crecimiento del PBI, que probablemente cierre este año en menos de 4%, a un estancamiento en la presión tributaria en el 15%, muy lejos del 18% anhelado, con las consecuencias que ambos índices van a tener en el deterioro del empleo y la inclusión social de los peruanos. También a una caída de los índices de productividad y competitividad, cuya promoción es de directa responsabilidad del MEF. De igual manera, a una ausencia de coordinación con la autoridad monetaria, el BCR, que recién en las últimas semanas ha reaccionado tímidamente frente a los problemas del tipo de cambio. Asimismo, esta ausencia de capacidad para manejar el modelo en crisis lo ha llevado a generar una aguda falta de confianza en el empresariado que ve deteriorarse los números de años anteriores y ello se manifiesta en una baja de la inversión, tanto privada como pública, ostensible a lo largo del año y que parece continuará en el corto plazo.
De Alonso Segura, el nuevo ministro, solo podemos decir que parece apuntar a la continuidad, lo que sería grave para la economía del país, ya que se venía desempeñando como su jefe de gabinete de asesores y viene de las canteras del FMI, o sea cortado por la misma tijera dogmática que Castilla. El primer factor de alarma es que un ministro continuista venga a cuidarle las espaldas a su antecesor. Esto es preocupante por las múltiples denuncias de influencia indebida que tiene Castilla, hasta ahora sin un curso claro de procesamiento. Por otra parte, habría que preguntarnos también si Segura será capaz de mantener el poder que desarrolló Castilla en el gabinete, con una bancada propia de ministros, así como con los importantes contactos congresales que lo llevaron a controlar varias comisiones parlamentarias. Por último, habría que advertir al nuevo ministro sobre las prácticas lobistas de su antecesor, para saber si va a continuar en la tónica del superministerio, al margen de la ley y la institucionalidad democrática.
Desde Otra Mirada creemos que el gobierno de Ollanta Humala ha perdido una oportunidad para nombrar un ministro sin anteojeras que fuera mínimamente capaz de poner nuestra economía en un camino de reactivación. Con otro neoliberal a ultranza en el MEF, salvo algún milagro, estamos condenados a seguir el deterioro en curso.