Luis Miguel Castilla permaneció en el cargo de Ministro de Economía y Finanzas a lo largo de diversos Gabinetes, convirtiéndose en un referente de la política económica en la actual administración. Más allá de su aparente profesionalismo y de contar con la confianza del sector privado; no fue capaz de liderar el crecimiento sostenido de la economía nacional.
El Ministro Castilla, hombre de confianza de la pareja presidencial; con un perfil político discreto, ha sido parte de un gobierno incapaz de fortalecer la institucionalidad y la confianza en una economía que hasta mediados del 2011; crecía de manera sostenida, reduciendo las cifras de pobreza extrema y pobreza de un 54% a un 27%, en especial en el período comprendido entre el 2006 y el 2011.
La reducción drástica de la inversión ha sido determinante en la desaceleración de la economía y factores exógenos; como la lenta recuperación de la economía norteamericana, la crisis de la zona euro o la menor demanda de materias primas, por parte de la economía china; han tenido una incidencia secundaria.
Los diversos indicadores muestran un deterioro en nuestra economía; ha descendido el valor de las exportaciones, se han reducido las reservas internacionales netas y el P.B.I. en el presente año tendrá una tasa de crecimiento entre un 3% y un 4 %. En América Latina, países como Colombia, Panamá y Paraguay observan tasas de crecimiento superiores a la nuestra.
La renuncia del Ministro Castilla puede representar un punto de quiebre en la política económica del actual gobierno. Ha sido un error no reconocer que por falta de decisión política o por haber diferido la toma de decisiones oportunas en materia de política económica hoy confrontamos dificultades que ponen en riesgo las metas de desarrollo en nuestro país. La falta de coherencia y claridad en las políticas impulsadas por el gobierno del Presidente Humala; va más allá de las dudas generadas al inicio de su gestión, derivadas del ajuste en sus iniciativas planteadas en el contexto de programas como la “gran transformación” o la llamada “hoja de ruta”.
La oposición al actual gobierno ha sido concesiva y tolerante. A lo largo de estos años el gobierno ha tenido la colaboración de Perú Posible y eventualmente de los Congresistas de Solidaridad Nacional, Partido Popular Cristiano, Somos Perú y de Acción Popular. La debilidad de Gana Perú y del Partido Nacionalista, nace de los errores e imposiciones de su dirigencia nacional y en particular de la falta de visión política de la pareja presidencial. El personalismo y la imposición han caracterizado el accionar del oficialismo a lo largo de estos años.
La democracia necesita de una oposición constructiva que fortalezca el sistema democrático y garantice la gobernabilidad. Un sistema de partidos políticos debe ser construido y fortalecido sobre la base de las grandes corrientes ideológicas y de agrupaciones de larga trayectoria, que no excluyan a ningún sector político. Es necesario construir un liderazgo claro desde la oposición para confrontar a un gobierno que sumido en sus errores ha frenado el crecimiento sostenido de la economía nacional. El Perú debe sentar las bases de una democracia social apoyada en el crecimiento y una mejor distribución del ingreso.