"La joven comunicadora de 37 años ya es una figura presidenciable, guste o disguste a parte de la platea y por encima del acelerado desgaste de la actual administración" señala César Campos
No llego a entender cómo en casi tres años y medio de gobierno, ha resultado tan difícil para muchos de sus adversarios u observadores mediáticos procesar debidamente el comportamiento de la pareja presidencial. Desconozco el referente de un análisis desapasionado en torno a sus hábiles movidas cuyas consecuencias están pensadas para el mediano y largo plazo. Me aturde el flagelo indiscriminado al presidente Ollanta Humala cada vez que revela, aparenta o certifica una imagen subordinada a la de su esposa Nadine Heredia.
Y al mismo tiempo sospecho que esta pareja muere de risa en la intimidad de sus aposentos cuando políticos y opinólogos se desgañitan denunciando el “quiebre de la institucionalidad” por la notoria y hasta grosera intromisión primeradamesca en los más importantes asuntos de Estado. O cuando se horrorizan que Ollanta – macho militar, homofóbico (se burló en la región San Martín de quienes usan “mechoncitos y aretes” cuando invocaba cumplir el SMO) y a veces hasta vulgarón – se exhiba como un humilde cosito ante la definida personalidad de su cónyuge.
Creo firmemente que, en medio de las bataholas producidas por la última encuesta de Datum (la cual coloca a Nadine encima de Ollanta como la persona más poderosa del país, y esto es celebrado por el mismo presidente), debería apreciarse la estrategia de fondo de los líderes nacionalistas. La coyuntura no pinta nada para ellos. La supervivencia política, sí.
Bajo esta premisa, comprendamos que cuando el ex mandatario Alan García acuñó e impuso el concepto de “reelección conyugal”, no sólo destapó un posible intento del humalismo de perpetuarse en el poder durante periodo 2016-2021 bajo el comando de Nadine, sino que también consolidó a ésta como la líder indiscutible de una agrupación llamada a extinguirse en similitud a casi todos los partidos caudillistas del país. Peor aún en la que su estado mayor no mostraba un solo dirigente digno de empinarse como figura de recambio.
Los focos y las lupas sobre la señora Heredia, hicieron lo suyo desde ese momento. De ser la ponderada y juiciosa Primera Dama, dueña de un entusiasmo auténtico por las tareas sociales (y también las páginas sociales de los medios), pasó a convertirse en el proyecto más firme de continuidad política del PNP. Si uno mide los tiempos y oportunidades empleados por Nadine para avanzar en esa imagen de todopoderosa – asumiendo sus costos y beneficios – comprueba que los ha aprovechado a favor de la causa nacionalista, la misma que ahora conduce. La joven comunicadora de 37 años ya es una figura presidenciable, guste o disguste a parte de la platea y por encima del acelerado desgaste de la actual administración.
En este contexto, poco le importa a Humala las puyas a su hombría o don de mando. De los Humala Heredia se hablará todavía los próximos 15 años, cuando menos. Y al lado de ellos, estarán aupados dirigentes de base, técnicos y validos. Seguirán chambeando duro en la política (lo saben hacer) gracias a que Nadine no es ni calco ni copia, sino creación heroica de la misma oposición.