Tacneños somos los que nacimos aquí, antes de Odría o durante la segunda mitad del siglo pasado o en lo que va del actual. Somos también los que no nacimos pero vivimos en Tacna, amamos esta tierra y nos importa su futuro, que es nuestro.
Somos tacneños quienes tenemos a nuestros abuelos yacentes en un camposanto, aunque ellos no nacieran acá. Ellos llegaron hace muchos años buscando trabajo y prosperidad; acá hicieron su familia, su casa, y aquí nacieron nuestros padres y nosotros mismos. Igual ocurrió muchas décadas atrás, cuando llegaron de otros continentes y hasta con otras lenguas, cientos de familias europeas para ayudar a la forja de un pueblo culto, cívico y profundamente peruano llamado Tacna. Con ellos establecimos el mestizaje y el sincretismo cultural que no ha dejado de producirse hasta estos días.
Tacneños somos todos; tacneños y tacneñas. Entre nosotros no hubo ni debe haber nadie que se sienta superior ni menos inferior. No importa si el dinero de unos o la cantidad numérica de otros o el color de la piel o el apellido. Aquí somos –y queremos ser siempre- todos simplemente tacneños, herederos de una historia que nos llena de ejemplos y corresponsables de un futuro que debemos escoger.
Ahora que nos toca elegir nuevas autoridades, vamos a votar asumiendo a plenitud la orientación de nuestros votos y sus consecuencias. Los pueblos sabios saben escoger al mejor, al más apto, al mejor preparado, al que tiene antecedentes que lo hacen merecedor de confianza. Tal vez no haya uno que sea perfecto e indiscutible, pero habremos de buscar a quien nos represente mejor, a quien nos ratifique el orgullo de ser tacneños.