Terminó la campaña electoral. Esperemos que los ánimos de los contendores vuelvan a la normalidad y que se dejen atrás enemistades, agravios, insidias y los que han sido amigos vuelvan a ser amigos.
Hubo mucha guerra sucia, ataques gratuitos, equipos expertos en propaganda negra y desinformación de algunos candidatos contra sus contendores, millones de dólares gastados en publicidad y que se espera que ayer las agrupaciones políticas hayan informado, de acuerdo a las normas, a la ONPE.
Me disgusta, por ejemplo, la falta de honestidad y transparencia de algunos “analistas políticos” porque se pronunciaban en los medios de prensa dando su evaluación sobre las elecciones, cuando varios de ellos trabajaban rentados, en las campañas de los propios candidatos, alabando, por supuesto a sus clientes –aunque hayan sido arrasados en la votación- y denostando a otros que habían hecho mejor campaña.
De ese grupo exceptúo, por ejemplo, a los pulcros comentarios de Juan Sheput, Luis Benavente, Fernando Tuesta Soldevilla, Martín Santiváñez, Juan Carlos Valdivia y disculpen que se me escapan otros nombres y los propios periodistas que tienen todo el derecho de tener su corazoncito por una u otra candidatura.
La gran perdedora, sin duda, fue la burgomaestre Susana Villarán, a quién el pueblo de Lima le dio una lección para toda la vida por faltar a su promesa de no postular a cambio de no ser revocada. Su presencia en las elecciones enrareció el ambiente electoral porque no dio oportunidades claras a otros candidatos para enfrentarse a Luis Castañeda, quien era recordado por sus obras, mientras que ella demostraba el fracaso de su gestión. Fue la verdadera jefa de campaña de Castañeda.
Pero, en política, no hay muertos, ni retiros. Siempre hay aves fénix, que renacen de las cenizas. Villarán, mal que bien, aunque derrotada, es la figura más visible de la izquierda y seguro tentará la candidatura presidencial, dado su “sacrificio” en las elecciones municipales.
Por otra parte, menudo problema tendrá el Partido Aprista, con la figura emergente “desapristizada” de Enrique Cornejo, que logró una votación histórica –después de muchos años- para su partido sin apoyo de la cúpula. Un buen lugar en el Congreso le debe esperar o tentar una candidatura presidencial.
Otro gran protagonista de las elecciones fue Salvador Heresi, exitoso alcalde de San Miguel, que con ingenio, sin dinero y a pesar de una brutal guerra sucia en su contra, tuvo una participación expectante –que privilegiaba propuestas- que lo catapulta a ser una de las nuevas figuras de la política nacional y que, en lo que decida realizar, contribuirá a mejorar al país.
Publicado en el diario La Razón, de Lima-Perú, el 08 de octubre de 2014