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Jueves 16 de octubre 2014

La Gran Fractura

Por: Enrique Valderrama (*)
La Gran Fractura
Foto: Difusión


Los resultados de las elecciones locales y regionales del pasado 5 de Octubre nos han dejado la nítida escena de una Lima Metropolitana castigando fuertemente al proyecto continuista de la alcaldesa Susana Villarán (
10.59%), a la tecnocracia de izquierda que la acompañó en el naufragio e indirectamente al gobierno de Los Humala y su aliado Toledo que trataron de impulsar dicha postulación. En la capital decidieron las zonas populares y el triunfo de Castañeda con 50,73% ha sido contundente (33.06% de diferencia al segundo); adicionalmente a ello hubo un muy interesante avance de la estrella del APRA que ha alcanzado el 17,67%, producto de una buena estrategia de despolitizar la campaña y del mensaje de apertura a todos los limeños.

En la capital la descalificación al adversario, la dependencia al marketing extranjero (Favre y españoles) y la subestimación de la política han perdido por goleada; la anti política ha retrocedido ligeramente y en el proceso ha hipotecado los proyectos nacionales de la izquierda limeña de poder participar en algún conglomerado con opciones de triunfo para el 2016. Que el primer lugar en Lima sea ocupado por Solidaridad Nacional y el segundo por el APRA, es una buena noticia, pues ambas son organizaciones con conexión y prédica popular y grandes constructores de obra material para las mayorías. Pierden más bien, cascarones desprovistos de todo objetivo superior y alcance social como el Partido Nacionalista, Diálogo Vecinal (un vientre de alquiler) y Perú Posible, que en medio del desorden, denuncias gravísimas y la incomprensible decisión de resignar una personalidad propia al lado del régimen;  pierde a uno de sus voceros con más predicamento: Juan Sheput, que acaba de renunciar a sus filas.

Pero lo grave es que en Lima importantes partidos políticos nacionales salen no sólo derrotados sino vapuleados, Acción popular con 1.05%, el PPC y su 2.45% y el Fujimorismo con 2,66% dan cuenta de una situación compleja para la política partidista, para la política formal. La pérdida de posibilidades alienta en el inconsciente colectivo que apostar a un grupo de ámbito nacional para la política local es un despropósito y una carta segura de derrota. Ello es muy peligroso.

En el interior del país la cuestión se agudiza mucho y vemos que ha terminado de estallar un proceso de desmembramiento, de profundización de una gran fractura entre lo nacional, lo regional y lo local. Las candidaturas que se han abierto paso no responden a ninguna visión de país. El concepto de estado unitario está perdiendo terreno frente al oportunismo, a los mercaderes ó en el mejor de los casos frente a arrestos regionalistas que contraponen lo regional frente al “centralismo limeñista”. Aún peor cada caudillo regional en realidad tiene desde el arranque “dos frentes”, de un lado contra el gobierno nacional, símbolo de control capitalino, pero por otro  una férrea oposición en sus provincias, ello si caemos en cuenta que la mayoría de presidentes regionales electos cuentan con muy pocas -en algunos casos ninguna- provincias ganadas por su movimiento. Gobernar en un clima de mínimo consenso se torna casi imposible. Lo predecible es que se privilegie el pago de favores y la ineficiencia en la gestión de los cuantiosos recursos con los que cuentan.

Lamentablemente en el único lugar del interior del país en donde ha ganado el ejercicio político, éste tiene un claro componente radical, contrario al desarrollo como es el caso de la victoria contundente de Gregorio Santos en Cajamarca (MAS- Patria Roja), escenario que prosperó por la torpeza del gobierno de Los Humala que lo encarcelaron y lo convirtieron así en un mártir de la resistencia regional cajamarquina “pro agua” frente al asedio limeño. Esta torpeza le va a costar al Perú y más a los pobres de Cajamarca, pues su región retrocede, convirtiéndose hace poco tiempo en la región más paupérrima del país.

La situación es muy grave, hay una gran fractura, aderezada con cólera, entre lo nacional representado por la formalidad del Estado Peruano y la viabilidad de la república a través de sus partidos políticos y lo ocurrido en las regiones. Ello se constata cuando observamos que los partidos nacionales (entendidos como limeños) han sido arrasados en el ámbito regional. Se proyecta que la actitud de estos caudillos triunfantes y sus disputas con la autoridad del Estado Peruano sumado  a sus luchas de poder interno con los caudillos provinciales pueden generar una parálisis aguda que haga perder ésta gran oportunidad que tiene el Perú de acercarse contundentemente a la modernidad. Conducir ese proceso modernizante no es oficio de improvisados y aventureros, es una tarea que deben asumir las mentes más lúcidas de la partidocracia nacional, los operadores políticos con más experiencia y capacidad; aquellos que crean en el republicanismo y en el desarrollo.

En la perspectiva histórica hemos tenido grandes oportunidades como el guano y el caucho, sería terrible que ahora por no saber hacer respetar la autoridad nacional e imponer por el voto popular una gran reactivación de “la política” el 2016 (sumando a aquellos grupos y élites en regiones, sobre todo del Sur que crean en la institucionalidad y en el proyecto nacional), dejemos que éste desorden, estos apetitos cuasi separatistas descuarticen al Perú.

(*) Centro para la Democracia Social

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