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Martes 28 de octubre 2014

El legado de Bradlee

Por: César Campos R.
El legado de Bradlee
Foto: www.washingtonpost.com


Ben Bradlee, director ejecutivo de The Washington Post en la era del Watergate


Quiero ampliar en esta columna un breve comentario que me permití hacer la semana precedente en el portal político.pe a propósito del fallecimiento de Ben Bradlee, el célebre ex director de The Washington Post que auspició las revelaciones periodísticas de los Papeles del Pentágono (un informe confidencial que daba cuenta de las inconsistencias perpetradas por sucesivos gobiernos de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam) y el caso Watergate (mediante el cual se logró la dimisión de Richard Nixon a la presidencia de su país).

Bradlee ha merecido todos los elogios posibles por su terco apego a la búsqueda de la verdad y consagrar al género del periodismo de investigación como una de las herramientas más eficaces para el control del poder público en sus diversas esferas. En efecto, no hay nada más iconográfico para la prensa investigativa que Watergate, al extremo que posteriores escándalos políticos en los mismos EE.UU. como en otros países, fueron calificados con el sufijo “gate” a fin de magnificar su gravedad. Bradlee, al igual que sus reporteros-sabuesos Bob Woodward y Carl Bernstein, tienen un lugar privilegiado en la historia por este motivo.

Sin embargo, hay quienes consideramos que muy pocas veces se examina la patética distorsión del legado de Bradlee. Así como hay periodistas que lo honraron y lo honran aún a costa de sus vidas en la lucha entre quienes buscan la verdad y los que intentan ocultarla, otros han hecho del periodismo de investigación una red de intereses propios, imputaciones fabricadas, compadrerías políticas, abastecimiento de ingentes recursos y el altar de sus egos.

En la misma nación de Bradlee, se desató una ola, una modé del periodismo estadounidense por inclinarse hacia la investigación y destrucción de personajes públicos en nombre de la ética, luego de Watergate. Tanto fue así que el 15 de julio de 1983, The Wall Street Journal editorializó: “vamos a tener que acabar con la ética antes que la ética acabe con nosotros”, refiriéndose a que el periodismo informativo había cedido su espacio al de los “investigadores”.

El gran periodista y ensayista Carlos Monsivais lo dijo mejor en un evento de prensa internacional el año 1994 realizado en Managua, al que tuve oportunidad de asistir junto al recientemente fallecido Enrique Zileri y Mónica Vecco. Monsivais ironizó sobre la confianza otorgada por la sociedad a “una generación de reporteros ansiosos de la visibilidad que otorga el entusiasmo de la opinión pública”, cuyas denuncias crecían y se acumulaban como pirámides, pero sin obtener el castigo social esperado a los personajes objeto de sus investigaciones. “Se editaban libros que alcanzaban el cielo de las cuatro ediciones y el sistema seguía idéntico, intacto.[ ]Más casos con la terminación Gate y más escasez de consecuencias. [ ] El espectáculo eclipsó la moral pública. Mejor dicho, la moral pública se convirtió estrictamente en espectáculo”, concluyó Monsivais.

Bradlee fue notable pero estuvo muy alejado de muchos “periodistas de investigación” ansiosos del aplauso público y el espectáculo. Todavía nos falta pasar revista autoregulatoria a este especie.

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